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Después que él partió estuvo algunos días enferma y aunque mucho trabajó sobre misma para vencer la tristeza, no pudo conseguir que dejase de ser observada y comentada. Pero transcurrieron los meses y se fue olvidando su abortada aventura. Ella misma vivía ya tranquila sin pensar más en el indiano cuando una tarde le entregó el cartero una carta de Guatemala.

Por consejo de sus amigos empezó en cierta ocasión a vestirse de levita y sombrero de copa; pero con esta indumentaria estaba tan horrible, tan patibulario que los mismos amigos le aconsejaron que se volviese a la chaqueta y al sombrero de fieltro. Poco antes de regresar Reynoso a España se había trasladado de Guatemala a México, y no supo ya más de él sino que allí se había casado.

El quetzal es el pájaro hermoso de Guatemala, el pájaro de verde brillante con la larga pluma, que se muere de dolor cuando cae cautivo, o cuando se le rompe o lastima la pluma de la cola. Es un pájaro que brilla a la luz, como las cabezas de los colibríes, que parecen piedras preciosas, o joyas de tornasol, que de un lado fueran topacio, y de otro ópalo, y de otro amatista.

Porque con los cuentos se ha de hacer lo que decía Chichá, la niña bonita de Guatemala: ¿Chichá, por qué te comes esa aceituna tan despacio? Porque me gusta mucho. Bebé y el señor don Pomposo Bebé es un niño magnífico, de cinco años.

Pero, si no tenemos tiempo, ¿cómo hemos de pararnos a jugar, nosotros, niños de América, si todavía hay tanto que ver, si no hemos visto todos los pabellones de nuestras tierras americanas? ¿Y esta casa de madera tan franca y tan amiga, que convida a la gente a entrar a ver todo lo que da la tierra volcánica de su país, uva y café, enredaderas y tigres, cocos y pájaros, y los lleva a su colgadizo con cortinas, a tomar en jícaras labradas su chocolate de espuma?: es el de Guatemala ese pabellón generoso.

De la tierra del padre Hidalgo, el cura heroico, pasó a principios de 1877, a Guatemala, deteniéndose antes en La Habana, a recoger unas cartas de presentación para distintas personalidades del Gobierno de aquella República. Allí, apenas sacudido el polvo del camino, fue nombrado Catedrático de Derecho Político, y Director de la Revista Guatemalteca.

«Hemos salido de Guatemala para entrar en Guatepeor dijo Marcial cuando le pusieron sobre cubierta . Pero donde manda capitán no manda marinero. A este condenado le pusieron Rayo por mal nombre.

Martí, años después, pensando sin duda en esa historia romántica que estremeció su existencia, escribió estos divinos versos de ternura y melancolía: Otras pasiones inspiró Martí, a otras mujeres, pero acaso ninguna tan pura y tan hermosa como esa que inspiró a la niña de Guatemala, la de las manos de lirios y la frente purísima: luz y música hecha carne.... Y cuando de orden del señor Ministro de la Guerra se le quitó la dirección de la Escuela Normal de aquel país, a su amigo y paisano José María Izaguirre, renunció puestos y honores y vino a Cuba, ya firmada la paz del Zanjón, en 1878.

Su mesa de trabajo, sumamente sencilla, estaba siempre repleta de papeles que formaban sus numerosos trabajos de correspondencia para los periódicos de Cuba, Méjico, Guatemala, Argentina, y las revistas que bajo su dirección se publicaban en Nueva York, aparte de los documentos oficiales de su consulado.

De entre aquella cordillera de olvidados expedientes, de los cuales hasta sus dueños habían perdido el recuerdo, y aglomerados allí por la contumaz procrastinación del ilustre Papiniano villaverdino; de entre aquella balumba de papeles amarillentos y polvorosos surgía un crucifijo, un cristo de talla, hecho en Guatemala, al decir de don Juan.