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Actualizado: 20 de junio de 2025


¿Qué le pasa a usted, Catalina? preguntó Hullin . Desde esta mañana veo a usted pensativa, a pesar de que nuestros asuntos marchan bien. La labradora, separando lentamente la ropa que arreglaba, respondió: Es verdad, Juan Claudio; estoy inquieta. ¡Inquieta! ¿Y por qué? El enemigo está en plena retirada.

Vamos exclamó la labradora encaramándose a una silla ; que duermas bien, hija mía; yo no puedo más y voy a caer rendida. Catalina se tapó con la manta, y cinco minutos después dormía profundamente. Luisa no tardó en seguir su ejemplo. De este modo habían transcurrido dos horas, cuando la anciana despertó sobresaltada por un tumulto espantoso.

Apenas viose distintamente a la anciana labradora, con la fusta en la mano, sentada en un haz de paja, cuando en todas partes resonaron, repetidos por el eco, gritos de: ¡Viva Francia! ¡Viva la señora Catalina! Hullin, que se había quedado atrás, con el sombrero sobre la nuca y el viejo fusil en bandolera, atravesaba en aquel momento la pradera de Eichmath repartiendo fuertes apretones de manos.

Respecto de los trabajos, de la prudencia, de la bondad de corazón, de todas las virtudes de la anciana labradora, del patriotismo de Juan Claudio, del valor de Jerónimo y de los tres Materne, del desinterés del doctor Lorquin y de la abnegación de Marcos Divès, nadie decía nada: ¡estaban vencidos!

, yo soy respondió la anciana labradora, con voz reposada . Vengo a hablar con usted, Juan Claudio... ¿Ha salido Luisa? Está en casa de Magdalena Rochart pasando la velada. Muy bien. Catalina dejó caer el capuchón sobre el cuello y fue a sentarse al lado del banco. Hullin la miraba fijamente y le encontraba algo extraordinario y misterioso que le extrañaba.

Iba por caminos extraviados, dando grandes rodeos, ocultándose como cuando de niño marchaba con los camaradas a comer fruta en los huertos. El encuentro con una labradora; con un chicuelo o con un mendigo, le hacía temblar, a él, cuyo nombre repetía todo el distrito, y que de un momento a otro iba a conseguir la investidura popular, el eterno ensueño de su padre.

Mas Cardenio no hizo otra cosa que trasudar y estarse quedo, mirando de hito en hito a la labradora, imaginando quién ella era; la cual, sin advertir en los movimientos de Cardenio, prosiguió su historia, diciendo: «Y no me hubieron bien visto cuando, según él dijo después, quedó tan preso de mis amores cuanto lo dieron bien a entender sus demostraciones.

Hullin, Jerónimo, el anciano Materne y el doctor Lorquin se habían sentado alrededor de la labradora para morir juntos. Todos permanecían silenciosos, y los últimos rayos del crepúsculo iluminaban el grupo sombrío. A la derecha, detrás de una prominencia de la peña, se veían brillar, en el fondo del abismo, algunas hogueras de los alemanes.

Alegre y apacible y muy graciosa La tierra por aquí vimos, poblada De frescas arboledas, y abundosa De caza, y nunca ha sido conquistada. La gente es labradora, y codiciosa De guerra, y es en ella muy versada; Mas tómalos Garay muy descuidados, Y asì pudieron ser desbaratados.

Los valles que se perdían de vista, los bosques inmensos, los estanques lejanos de la Lorena, la cinta azul del Rin a la derecha, todo aquel gran espectáculo las maravillaba, y la labradora dijo con profundo recogimiento: Juan Claudio: aquel que ha levantado esta peña hasta el cielo, que ha abierto esos valles, que ha sembrado esos montes de brezos y musgos, ése puede hacernos la justicia que merezcamos.

Palabra del Dia

lanterna

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