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Actualizado: 20 de mayo de 2025
Doña Constanza tuvo lepra enfermedad que en aquellos tiempos no perdonaba á las emperatrices , y Santa Bárbara curó milagrosamente á su devota. Para perpetuar este suceso, allí estaba Santa Bárbara en el cuadro, vestida con ancha saya y mangas de farol acuchilladas, lo mismo que una dama del siglo XV, y á sus pies la basilisa con traje de labradora valenciana y gruesas joyas.
Tu eres la amada que jamás se olvida, La labradora, de ilusión vestida, Que hace de eriales, cármenes fecundos, Y si ante el Cid, Castilla no se ensancha, En cambio Don Quijote de la Mancha Tiene por lanza el cetro de los mundos. ¿Qué te importa que en tierras del Oriente Coronaran de abrojos la tu frente? ¿Qué, el que las Américas en coro Se desprendieran todas de tus brazos?
Ante su mostrador desfilaban la bizarra labradora y la modesta señorita, atraída por la abundancia de géneros de aquel comercio a la pata la llana que odiaba los reclamos, ostentando satisfecho su título de Casa fundada en 1832, y cifraba su orgullo en afirmar que todos los géneros eran del país, sin mezcla de tejidos ingleses o franceses.
D. TELL. ¿Puédese creer que así Responda una labradora? Pero confiésame ahora Que eres necia en ser discreta, Pues viéndote tan perfeta, Cuanto más, más enamora. Y ¡ojalá fueras mi igual! Mas bien ves que tu bajeza Afrentara mi nobleza, Y que pareciera mal Juntar brocado y sayal.
Ya le parecía hallarse en la cueva de Montesinos; ya ver brincar y subir sobre su pollina a la convertida en labradora Dulcinea; ya que le sonaban en los oídos las palabras del sabio Merlín que le referían las condiciones y diligencias que se habían de hacer y tener en el desencanto de Dulcinea.
-Estraño es vuesa merced -dijo Sancho-. Presupongamos que esta liebre es Dulcinea del Toboso y estos galgos que la persiguen son los malandrines encantadores que la transformaron en labradora: ella huye, yo la cojo y la pongo en poder de vuesa merced, que la tiene en sus brazos y la regala: ¿qué mala señal es ésta, ni qué mal agüero se puede tomar de aquí?
La labradora callose un momento, como si tratara de recoger las ideas; luego bajó los ojos, enarcó la gran nariz aguileña hasta cerca de los labios y una extraña palidez pareció extenderse sobre su faz. ¿Adónde demonio irá a parar? se decía Hullin. La anciana prosiguió: Yégof, al lado del hogar, con su corona de hojalata y el palo entre las rodillas, pensaba sin duda en algo.
Después que la tía Quica depositó majestuosamente sobre la mesa sus regalos, la señora, como compensación, metió en su cesta la media docena de pasteles que Miss había aplastado en su caída, y además le dio un duro, no sin antes luchar con la labradora, que juraba y perjuraba que nada quería, mientras en sus ojos brillaba la codicia.
Catalina le veía perfectamente, como en medio del día: allí estaba el viejo, y su lúgubre perfil se destacaba a unos diez pasos, con los ojos fulgurantes, blandiendo su larga flecha azul en las tinieblas y tratando de alcanzar a la labradora. ¿Qué hacer? ¡Someterse, sufrir su muerte!... Así los más firmes caracteres se sienten carcomidos por un destino fatal: la anciana se creía señalada de antemano; veía a aquellos hombres saltar como lobos, darse tajos y pararlos, a la luz de la Luna.
Sólo algunas fajas y tiras de pañuelos obscuros pendían de los balcones, balanceándolas el aire como sogas de ahorcado. El escaparate tenía un aspecto de vetustez y abandono; el polvo de tres días sombreaba los vivos colores de las telas; y hasta el emblema de la casa, aquel maniquí vestido de labradora, parecía mirar al través de los cristales la extensa y alegre plaza con ojos de muerto.
Palabra del Dia
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