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Actualizado: 20 de mayo de 2025
El viejo péndulo dio las nueve, y cuando Hullin reanudaba su tarea, se abrió la puerta y apareció en el umbral Catalina Lefèvre, la labradora de «El Encinar», con gran asombro del almadreñero, porque no era frecuente que dicha mujer viniese a semejantes horas.
En fin..., está bien... Ya lo oyes, Luisa, te abraza, con efusión. Luisa se precipitó en los brazos de Catalina, y ambas mujeres se besaron; la labradora, a pesar de la entereza de su carácter, no pudo contener dos gruesas lágrimas, que siguieron los surcos de sus mejillas. Luego, tranquilizándose, dijo: ¡Vamos, vamos; todo marcha bien!
Así transcurrió un cuarto de hora, al cabo del cual la labradora prosiguió: Han atravesado las líneas enemigas... Corren hacia Lutzelburgo... Los veo... Gaspar y Divès van delante con Desmarets, Ulrich, Weber y los amigos de la ciudad... ¡Ya llegan, ya llegan!... Y calló nuevamente; durante largo tiempo los guerrilleros permanecieron escuchando; pero la visión había pasado.
En tal situación, la labradora, saliendo del estupor en que se hallaba, murmuró de repente algunas palabras ininteligibles. Luego añadió en voz baja: ¡Divès llega!... Le veo... Sale por la poterna que está a la derecha del arsenal... Gaspar le sigue y...
Con estas tales señoras me entierren a mí, y no las hidalgas que en este pueblo se usan, que piensan que por ser hidalgas no las ha de tocar el viento, y van a la iglesia con tanta fantasía como si fuesen las mesmas reinas, que no parece sino que tienen a deshonra el mirar a una labradora; y veis aquí donde esta buena señora, con ser duquesa, me llama amiga, y me trata como si fuera su igual, que igual la vea yo con el más alto campanario que hay en la Mancha.
Vistió luego la mujer del Corregidor a Costanza con unos vestidos de una hija que tenía de la misma edad y cuerpo de Costanza, y si parecía hermosa con los de labradora, con los cortesanos parecía cosa del cielo: tan bien la cuadraban, que daba a entender que desde que nació había sido señora y usado los mejores trajes que el uso trae consigo.
Revelaba, en fin, a la joven labradora, hija de padres acomodados. Este traje gracioso de la virgen montañesa la hizo más bella a mis ojos, y me la representó por un instante como la Ruth del idilio bíblico, o como la esposa del Cantar de los Cantares .
Mas como siempre yerra Quien de su justa obligación se olvida, Al señor desta tierra, Que don Tello de Neira se apellida, Con más llaneza que arte, Pidiendole licencia, le di parte. Liberal la concede, Y en las bodas me sirve de padrino; Mas el amor, que puede Obligar al más cuerdo a un desatino, Le ciega y enamora, Señor, de mi querida labradora.
¡Oh, cómo se holgó nuestro buen caballero cuando hubo hecho este discurso, y más cuando halló a quien dar nombre de su dama! Y fue, a lo que se cree, que en un lugar cerca del suyo había una moza labradora de muy buen parecer, de quien él un tiempo anduvo enamorado, aunque, según se entiende, ella jamás lo supo, ni le dio cata dello.
¡Comed y bebed! les decía la labradora ; esto no se ha acabado aún, y tendréis necesidad de que no os falten las fuerzas. ¡Eh, Frantz! ¡Descuelga ese jamón! Aquí están el pan y los cuchillos. Sentaos, hijos míos. Frantz, con la bayoneta, espetaba los jamones en la chimenea.
Palabra del Dia
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