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Actualizado: 6 de junio de 2025


Después me hizo jurar más de cien veces, por todos los seres queridos que se me habían muerto, por todos los santos del Cielo, que sólo ella me gustaba de veras y sólo a ella quería. Uno de los juramentos, el último y más solemne de todos, me obligó a hacerlo de rodillas sobre las piedras de la calle.

Me dan muchos disgustos los pecadores. Maltrana le aconsejó la calma. ¿Cree usted que puedo permanecer tranquilo? gritó el señor Vicente exaltándose . Mi sangre se requema cuando oigo que en mi presencia cualquier bárbaro insulta a Dios con sucios juramentos. Es lo mismo que si me diesen un balazo en medio del pecho. Prefiero que me maten, señor, que me maten, antes que oír tales blasfemias.

Ya no era el mismo que de todo corazón lanzaba sobre el papel los apasionados juramentos de la pareja wagneriana. «Alejados el uno del otro, ¿quién nos separará?...» Estas palabras hacían levantarse en su recuerdo, como testimonio de infidelidad, varias figuras de mujer: Maud, Mina, aquella Nélida que rondaba por cerca de él, que asomaba a la ventana inmediata su rostro insolente y le hacía señas con los ojos, con los labios, para que saliese cuanto antes.

Después, volviéndome a Mabel, que había permanecido callada, temblando y pálida, por temor de que nos fuéramos a las manos, añadí: Póngase su saco y sombrero en el acto, porque se debe volver a Londres, conmigo. ¡No lo hará! gritó, sin ceder. Si mis maldiciones y juramentos consiguen irritarla, los tendrá gruesos y en abundancia.

Marcial imitaba con los gestos de su brazo y medio la marcha de las escuadras, la explosión de las andanadas; con su cabeza, el balance de los barcos combatientes; con su cuerpo, la caída de costado del buque que se va a pique; con su mano, el subir y bajar de las banderas de señal; con un ligero silbido, el mando del contramaestre; con los porrazos de su pie de palo contra el suelo, el estruendo del cañón; con su lengua estropajosa, los juramentos y singulares voces del combate; y como mi amo le secundase en esta tarea con la mayor gravedad, quise yo también echar mi cuarto a espadas, alentado por el ejemplo, y dando natural desahogo a esa necesidad devoradora de meter ruido que domina el temperamento de los chicos con absoluto imperio.

Bermúdez de Castro agrega que con la intervención del Condestable de Castilla, del Embajador de Venecia, del Cardenal Legado, se presentó á Enrique IV, exponiendo humildemente su situación y suplicándole que, alzando los juramentos, admitiese la renuncia de la pensión que gozaba.

Y como en las noches anteriores, los durmientes se despertaron lanzando juramentos; mas á pesar de sus protestas, Rosalindo siguió viendo á la «Viuda del farolito» y su terrible luz. ¡Ahí! ¡ahí! gritaba despavorido, señalando al invisible fantasma.

Disipáronse sus escrúpulos y reiteró los juramentos y las promesas más solemnes. Iba acabando de cerrar la noche, y un cuarto de amorosa luna hendía como un alfanje de plata los acumulados nubarrones. Por el camino real, mudo y sombrío, no pasaba nadie. La Tribuna se forja ilusiones

«Mi madre muy enferma... voy allá por unos días nada más... mi deber de hijo... pronto nos veremos»; y las cobardes excusas de costumbre para suavizar la rudeza de la despedida; la promesa de reunirse con ella tan pronto como le fuese posible; los juramentos apasionados, afirmando que era la única mujer que amaba en el mundo.

Además, eres libre y yo también lo soy. ¿A qué juramentos, a qué deberes hubiéramos faltado queriéndonos? ¿Me habías dado seriamente parte de tu compromiso con don Paco? ¿No podría yo suponer que era una coquetería sin formalidad ni consecuencia?

Palabra del Dia

vorsado

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