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Actualizado: 12 de julio de 2025


La claridad que bañó la habitación, una vez abiertas las maderas de la ventana, permitió a Nucha distinguir al fin el sofá de repis azul, los dos sillones haciendo juego, el velador de caoba, la alfombra tendida a los pies del sofá y que representaba un ferocísimo tigre de Bengala, color de canela fina.

Pero, señor, si aquí todos estamos locos o poco menos; la pasión del juego de Bolsa se ha desarrollado en forma tan alarmante, que hasta mi señora, Belarmina, una excelente mujer que no ha hecho otra cosa en su vida que espumar el cocido y pegarme los botones, ha echado también su cuarto a espadas, y hoy mi cocinera me ha preguntado, con mucho interés, si las cédulas tales subían o bajaban.

Miquis te ha dicho, bien lo sabes, que eso es un vicio, un puro vicio, como tantos otros hábitos repugnantes, como la embriaguez o el juego, y de ese vicio nace una verdadera enfermedad.

La facilidad, la precisión, la soltura del verso... Por ejemplo, los que sepan jugar al tresillo, el rey de los juegos y el juego de los reyes, apreciarán la extraordinaria exactitud de los siguientes, tomados de una composición de Gutiérrez González, la Visita: Yo perdí este solo de oros El más grande que se ve: Seis de cuatro matadores Rey de copas, cuatro y tres; Por consiguiente, dos fallos... ¡Pero hombre, no puede ser! ¿Lo perdiste?... Lo perdí. ¿Por mal jugado? ¡Tal vez!

El paisaje es vasto, variado y realmente bello, por el juego que hacen en el panorama las montañas, los planos inclinados, los risueños vallecitos, la limpia y verde llanura y la masa de la ciudad, sobre la cual descuella la admirable torre de su preciosa catedral.

Y lo que decía Rufita a las tres Indianas babeando de indignación: No lo siento por ella, la verdad, ni por el parentesco que nos une, ni tampoco me extraña; porque, con el modo de vivir que traía la muy pindonga, en eso había de venir a parar... o en cosa peor que también puede haber sucedido... ¡vaya usted a saberlo!.. ¡Ay, si tenía yo buena nariz cuando despreciaba sus arrumacos! «Que no te dejas ver, Rufita... que vengas a menudo por aquí... que te echo mucho de menos... que entre personas de familia debe haber mucha unión y mucho cariño... que a comer... que a refrescar... que no seas ingrata ni orgullosa...» ¡Pícara lagarta sin vergüenza del demonio! ¡Como si fueran de juego los motivos que yo tenía para despreciarla!... Pero por quien siento el escándalo es por mi pobre primo carnal, Nachito: tan joven, tan guapo, tan caballero y tan poderoso; porque le pone en redículo, después de las voces que han echado a volar ella y su padre, sobre casamiento arreglado de los dos primos. ¡Para ella estaba, la muy escandalosa! ¡En eso piensa el hijo de mi tío Cesáreo!

Debía levantarse en seguida, dando por terminado el juego. Ya era hora. El banquero torció la cara y miró hacia arriba para reconocer la voz prudente que le daba consejos desde lo alto. «¡Ah, Su AltezaAcompañó este descubrimiento con una sonrisa de orgullo, satisfecho de que el príncipe Lubimoff hubiese presenciado la hazaña más grande de su vida. Y siguió tallando. Lubimoff se irritó.

Pero la sala, y el gran juego, está en el velador, al lado de la cama.

El amor es el maestro, la pena es el domesticador, y el tiempo es el médico del corazón humano. Mientras las máquinas se movían, el viento rugía y el agitado mar se sacudía violentamente, yo me paseaba de arriba abajo, cavilando, confundido en la carta de juego que llevaba en mi bolsillo, y reflexionando en todo lo que había sucedido.

En el primer acto, deseó que Alicia lo perdiese todo, absolutamente todo; así sería más suya, dependería en absoluto de él, con una esclavitud dulce. Luego, en los actos sucesivos, pensó en la desesperación de Alicia después de esta pérdida. Era una apasionada, que ponía en el juego vanidades de artista. Lamentaría tal vez, más que el dinero desaparecido, su fracaso personal.

Palabra del Dia

gallardísimo

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