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Actualizado: 26 de mayo de 2025


De él colgaban muchos manojos de imágines, cruces y cuentas de perdones que hacían ruido de sonajas. Bendecía las ollas y al espumar hacía cruces con el cucharón. Yo pienso que las conjuraba por sacarles los espíritus, ya que no tenía carne.

Vaya usted, señora, á coser sus calcetas y á espumar el puchero, y usted D. Marcos, á cuidar sus hijos si los , y usted, joven, á aprender un oficio, que más cuenta le tiene cualquier ocupación, aunque sea ingrata y vil, que componer libros.

Déjese usted de sabidurías. Coser, planchar y espumar el puchero. No espumaré yo el tuyo, paleto. ¡Marquesa de pañuelo de hierbas! Sacamuelas». Los dos se echaron a reír. «No te quiero murmuró Isidora. Pues me echo a llorar. No te quiero ni pizca, ni esto. Pues yo te adoro. Mientras más me desdeñas, más me gustas.

Pero no pudieron marchar tan pronto porque la hija de don Santos cayó desmayada. La bajaron a la tienda, para librarla de los gritos furiosos y de las injurias de su padre. Quedó el campo por don Pompeyo, que volvió a sus paseos y después fue a la cocina a espumar el puchero miserable de don Santos. «Allí no había más caridad que la de él.

Yo hice lo mismo, y limpiamos dos cuerpos de corchetes de sus malas ánimas al primer encuentro. El alguacil puso la justicia en sus pies, apeló por la calle arriba dando voces; no lo pudimos seguir, por haber cargado delantero. Y al fin nos acogimos a la iglesia Mayor, donde nos amparamos del rigor de la justicia, y dormimos lo necesario para espumar el vino que hervía en los cascos.

Pero, señor, si aquí todos estamos locos o poco menos; la pasión del juego de Bolsa se ha desarrollado en forma tan alarmante, que hasta mi señora, Belarmina, una excelente mujer que no ha hecho otra cosa en su vida que espumar el cocido y pegarme los botones, ha echado también su cuarto a espadas, y hoy mi cocinera me ha preguntado, con mucho interés, si las cédulas tales subían o bajaban.

Y, al fin, nos acogimos a la Iglesia Mayor, donde nos amparamos del rigor de la justicia y dormimos lo necesario para espumar el vino que hervía en los cascos. Y vueltos ya en nuestro acuerdo, me espantaba yo de ver que hubiese perdido la justicia dos corchetes y huido el alguacil de un racimo de uvas, que entonces lo éramos nosotros.

Palabra del Dia

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