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Actualizado: 12 de julio de 2025


Volvió el matador a repetir su juego, y otra vez clavó el estoque, haciendo estremecerse a la fiera. ¡Dos! cantaron en los tendidos burlescamente. Repitió el intento de descabello, sin más resultado que un mugido de la fiera, dolorida por este martirio. ¡Tres!... Pero a este coro irónico de parte del público uniéronse silbidos y gritos de protesta. Pero ¿cuándo iba a acabar aquel maleta?...

Entonces el jugador dice que ha quebrado el juego y considera que la baraja se ha hecho traición a misma. Yo me inclino a creer que los jugadores se precipitan en sus juicios sobre las barajas. ¿Que por qué, si a la postre iba a resultar que se trataba de una baraja de alternativa, ha comenzado el juego con cuatro encarnados? ¡Quién sabe! A lo mejor la baraja lo hizo para despistar...

Yo viajaba mientras tanto por América y Oceanía, haciendo quebrar una tras otra todas las grandes casas de juego. Los periodistas me seguían, formando un segundo séquito más numeroso que el mío.

Había ya terminado la comida, llegaba a lo sumo la alegría, y los chiquillos, dispersos por todos los lados, comenzaban a organizar diversas partidas de juego; en lo alto de una roca, montado a caballo sobre uno de sus salientes, hallábase Tapón muy afanado, en mangas de camisa, armando con una caña abandonada y un largo bramante un aparato de pesca.

642 Es un peligro muy serio cruzar juyendo el desierto: muchísimos de hambre han muerto, pues en tal desasosiego no se puede ni hacer juego, para no ser descubierto. 643 Sólo el albitrio del hombre puede ayudarlo a salvar: no hay ausilio que esperar, sólo de Dios hay amparo; en el desierto es muy raro que uno se pueda escapar.

Mas el pronóstico del cielo no salió mentiroso, y después acá muchas veces me acuerdo de aquel hombre, que sin duda debía tener espíritu de profecía, y me pesa de los sinsabores que le hice. Visto esto y las malas burlas que el ciego burlaba de , determiné de todo en todo dejalle, y como lo traía pensado y lo tenía en voluntad, con este postrer juego que me hizo, afirmélo más.

El jugaba por la ganancia, jugaba porque era pobre; ¡pero tantos ricos venían allí, con riesgo de perder la base de su bienestar!... El juego es un empleo de la imaginación. Por eso habrás notado que los hombres de imaginación, los escritores, los verdaderos artistas, rara vez juegan.

Las galas al uso, la continua genuflexión, el ambiente de los estrados y todo el artificioso juego de sentimientos alambicados o fingidos, todo aquel estoraque, todo aquel histriónico afeite de la vida cortesana, agravado por los exquisitos refinamientos «que», según don Íñigo, «la prudente malicia de los extranjeros brindaba a los españoles para afeminalles el valor», habían concluido por cubrir con mentirosa envoltura la austera fibra castellana de don Alonso.

Excitado de esta suerte, no cómo juego al tresillo, ni hablo, ni discurro con juicio, porque estoy todo en ella. Cada vez que se encuentran nuestras miradas, se lanzan en ellas nuestras almas, y en los rayos que se cruzan, se me figura que se unen y compenetran.

Miguel, que tenía ya más penetración de lo que se figuraban, comprendió que había estado su rostro sobre el tapete, y agradeció toda su vida a la blonda sevillana esta buena opinión. Otra vez su nueva mamá, cuya antipatía fue siempre en aumento, le castigó por haber roto con la pelota un juego de tocador que le habían regalado en su boda.

Palabra del Dia

gallardísimo

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