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Actualizado: 12 de mayo de 2025
Perdió, picóse, sacó Unos escudos, y luego, Terciando mi primo el juego, 595 Cuatro sortijas perdió. Mas vamos á lo que importa. DO
A la izquierda, haciendo juego con la entrada, un cuerpo de arquitectura grutesca, decorado con bajo-relieves: al pie de esta construcción un banco de piedra en ángulo, de traza elegante. Jarrones o plantas exóticas en tibores decoran esta terraza con piso de mosaico, entre el edificio y el suelo enarenado del jardín.
La voluntad de vivir, la voluntad de gozar, la ilusión de la ganancia, obraban como anestésicos, se sobreponían á las preocupaciones, haciendo que todos olvidasen, para concentrar su existencia en el momento presente. Esta precipitación general hacia el juego abierto disgustó al príncipe y le hizo detenerse en la suave pendiente de los jardines.
Me avergüenzo de confesarlo; pero el caso es que la Muerte vino a buscarme y me tentó en la forma... ¿cómo decirlo?... de un juego de naipes, ¡el bridge! Supondréis que fui un jugador desgraciado, que perdí mi fortuna, mi crédito, lo que tenía y lo que no tenía, y que me resuelvo a suicidarme por no sobrevivir a la deshonra de mi bancarrota... ¡Nada de eso!
Recordé en ese momento el curioso enigma cifrado que se encerraba en la carta de juego, pero no hice la menor alusión sobre ello. ¡Ah! ¡ya veo! exclamó al punto. Pero si esa pequeña bolsita, o lo que fuera, que siempre llevaba consigo, oculta entre sus ropas o suspendida alrededor de su cuello, se ha perdido, ¿no significa que ha habido en esto una tragedia, es decir, un robo y un asesinato?
Así se vino á encender Con esta pérdida el juego, Que perdió seis mil ducados Sobre palabra segura, De que tengo una escritura. 615 DO
Debes tener paciencia y esperar. ¡Oh, sí, ya sé! gritó. Dime que soy bueno y fiel como un perro y todas esas cosas; pero debes saber que para mí no es esa clase de juego... ¿me entiendes? No tengo dinero, y debo... mejor dicho, preciso alguno ahora... en el acto... esta misma noche. Te digo que no tengo nada declaró. Pero tienes una buena cantidad de joyas, vajilla de plata y otras chucherías.
Doña Bernarda también veía en aquella unión la cúspide de sus ensueños; el dinero unido al poder; los millones de un comercio cuyos éxitos maravillosos parecían golpes de juego, viniendo a vivificar con savia de oro el árbol de los Brulls, algo resquebrajado y viejo por largos años de lucha. Comenzaba la primavera.
Desembolsó el uno, recibió el otro, éste se salió de la ínsula, y aquél se fue a su casa, y el gobernador quedó diciendo: -Ahora, yo podré poco, o quitaré estas casas de juego, que a mí se me trasluce que son muy perjudiciales.
Don Pedro Téllez Girón no era un amante vulgar. Irritado como se encontraba por la resistencia de doña Juana, debía poner en juego todos sus recursos.
Palabra del Dia
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