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Entonces le cogía las orejas, las estrujaba hasta arrancarlas. No satisfecha todavía, irritada de no poder herirla en la cara, tomó un plumero que había sobre la mesa, y con el mango comenzó a sacudirle sobre las manos, dejándolas cubiertas de cardenales. Al fin consiguió salvarse.

Tenía los ojos cargados de una curiosidad maliciosa más irritada que satisfecha; se santiguó, como si quisiera comerse la señal de la cruz, y se recogió, sentada sobre los pies, a saborear los pormenores de la confesión, sin moverse del sitio, pegada al confesonario lleno todavía del calor y el olor de don Custodio.

Decididamente la razón domina el corazón de este animal. En vano la señorita Margarita, irritada y confusa, empleó sucesivamente las caricias y las amenazas para vencer la obstinación de su favorito; nada pudo decidir al inteligente animal á confiar de nuevo su preciosa vida á aquellas terribles ondas.

Llévate paja pa el ganao, porque allí no la hay. Sigún y conforme, dije yo. El Tizón es un perro. Como le la serenita por no andar, ya le puede usted alumbrar candela, que ¡ni pa Dios! Déjese usted de tizones y candelas, y diga lo que sepa del asunto interrumpió el presidente con voz irritada.

Mi padre me ha criado con amor; ha procurado honrar en la memoria de mi madre, y se diría que al criarme, al cuidarme, al mimarme, al esmerarse conmigo cuando pequeño, trataba de aplacar su irritada sombra, si la sombra, si el espíritu de ella, que era un ángel de bondad y de mansedumbre, hubiera sido capaz de ira.

Soledad alzó los hombros con ademán displicente y dijo: Allá . Velázquez se sintió cada vez más turbado. Una tristeza profunda iba entrando poco á poco en su pecho. La que él imaginaba pequeña barrera fácil de saltar se trasformaba en alta, inaccesible muralla. Entonces halló en su alma palabras sumisas y fervorosas que ofreció en holocausto á aquella diosa irritada.

Ya iba a decir algo, cuando se volvió a oír en el fondo de la sala a los agentes de policía que impedían la entrada a alguien. Pero esa vez la inesperada persona no se lamentaba, no lloraba; con voz vibrante, irritada y casi imperiosa, decía: ¡Déjenme pasar!... ¡necesito entrar, les digo!...

Bien, bien; concluyamos pronto dijo Clementina con voz irritada . Está en los salones. Es necesario que vayas a allá y la notifiques que haga el favor de salir, del modo que mejor te parezca.... ¡Pero pronto! antes que lo perciba la gente ... y sobre todo, mamá.... No, chica; yo no voy.... Me conozco bien y que no podría contener mi indignación.

Y elevando su tono la irritada voz, dijo junto a la puerta, con acento imperativo: Váyase... Voy a llamar. Sonó a lo lejos un timbre eléctrico, y él tuvo que huir, temeroso de que le sorprendiesen en su ridícula inmovilidad ante la puerta cerrada. En el pasillo se cruzó con una de las doncellas, que acudía al llamamiento disfrazada de florista tirolesa.

La madre de Rafael, cerrando puertas y balcones, miraba irritada al cielo cada vez que la masa popular, a la vuelta de un meeting, pasaba por su calle con banderas al frente, para detenerse un poco más allá, ante la vivienda del doctor, al que aclamaba con entusiasmo. «¿Hasta cuándo iba a consentir Dios que las personas honradas sufriesen?» Y aunque nadie la insultaba ni la pedía un alfiler, hablaba de la necesidad de trasladarse a otro punto.