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Actualizado: 11 de mayo de 2025
¡Locuras! ¡Bah! Sería tiempo que acabaran las vuestras. Quisiera convenceros, señor, de que es preciso realmente ponerles término dijo el squire frunciendo las cejas y lanzándole a su hijo una mirada irritada . Vuestras proezas no son tales que me permiten conseguir dinero.
Ni yo sostengo eso, general; no tome usted el rábano por las hojas manifestó la marquesa con extraordinaria viveza, atacando después con brío y un poquillo irritada la gracia y buen talle de la tiple. Generalizóse la disputa, y sucedió lo contrario que en la anterior. Los caballeros se mostraron benévolos con la cantante mientras las señoras le fueron hostiles.
La verdad es que ya tienes tiempo para haber aprendido un poco de crianza... ¡Cuidado que se necesita no tener un adarme para quedarse hecho una estaca cuando una persona decente, cuando un caballero, nos hace el favor de preguntarnos cómo estamos! Yo, viéndola tan irritada, traté de calmarla con algunas frases de disculpa.
Sin embargo, tanto juró y perjuró y tan sofocado se puso que la irritada zagala no pudo menos de rendirse al calor de sus palabras, aunque quedándole todavía alguna duda. Guardaron silencio prolongado. Jacinto con la cabeza baja y el semblante triste jugaba con su garrote esparciendo las cenizas del lar.
-Sin embargo, le diré también que vos, que sois la dama de alma más tranquila que conozco, que dormís bien, que coméis bien, estáis un tanto ojerosa y pálida, y aun me parece que no tan gorda como ayer: habéis adelgazado algo, y si seguís así tragándoos vuestro amor... ¡Qué pesadez y qué insolencia! exclamó irritada doña Clara . ¿Será cosa de que os mande echar?
Al pasar por cierta calle una voz irritada de mujer gritó desde un balcón: ¡Infames, ya las pagaréis todas en el infierno! Los soldados levantaron la cabeza y tornaron a bajarla, prosiguiendo silenciosamente su marcha, cuyo rumor acompasado infundía tristeza y miedo.
Momentos después Marta oyó los ecos de una voz irritada, y apenas hubo dicho algunas palabras la voz más agria aun de la condesa se mezcló a sus amenazas; ora era un rumor sordo; ora era una tempestad que iba siempre creciendo; hubo momentos en que hasta el piso temblaba al choque de violentas patadas.
Pues a pesar de que estas ideas bullían alborotadas en su cabeza mientras caminaba de prisa para doblar la esquina y ocultarse a las miradas de aquél, no estaba tan irritada contra sí misma como otras veces.
Fué una pasión súbita, ardorosa, que le abrasaba las entrañas. Vivió desde entonces en dulce y á la vez insoportable inquietud, como si hubiese bebido un filtro mágico que le trastornara ó pesase al fin sobre él la venganza de la diosa del amor, justamente irritada por sus ofensas.
¡Ah! ¡ah! y ello al cabo, á nadie lo ha dicho más que á mí. Que sois el escándalo del alcázar. Estimo vuestro favor: no creía yo ciertamente que cuando venía á hablaros del único hombre que ha podido conmoveros... No hablemos más de ese hombre. Como gustéis, porque os veo muy irritada. Vengamos al asunto que me ha obligado á llamaros. Vengamos en buen hora.
Palabra del Dia
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