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Actualizado: 4 de junio de 2025
Pero usted.... ¿qué autoridad tiene aquí?... ¿quién le mete?... y la cabeza iracunda de Miranda tenía un temblor senil.... Váyase usted gritó con renovado furor, o buscaré un arma . Los ojos inyectados del marido recorrieron la estancia, hasta tropezar con el cadáver, que conservaba ante aquella escena su vaga sonrisa fúnebre.
Pero no fue necesario. ¡Bueno estaba poniendo Nélida al hermanito!... Al abrir la puerta, lo agarró de un brazo, haciéndolo entrar a empellones. ¡Hasta cuándo se proponía molestarla con sus necedades!... Estaba en lo mejor de su sueño y venía a interrumpírselo con sus historias disparatadas. «Mira bien, zonzo... Abre los ojos, animal... ¿Dónde está el hombre, idiota?...» Y lo zarandeaba, iracunda, mientras el muchacho abría desmesuradamente sus ojos mirando a todos lados, y especialmente al vacío debajo de la cama, como si sólo allí pudiera ocultarse un intruso.
A solas desahogaba la dama su oprimido corazón, pronunciando mudamente alguna frase iracunda, rencorosa: «Maldito cominero, ¿cuándo te probaré yo que no me mereces?... ¿No comprenderás nunca que una mujer como yo ha de costar algo más que un ama de llaves?... ¿No lo comprendes, bobito, ñoñito, ratoncito Pérez? Pues yo te lo haré comprender».
La iracunda exaltación de Juanita no podía sostenerse y se trocó pronto en abatimiento y desconsuelo. ¡Ay Dios mío! exclamó . ¡Ay María Santísima de mi alma! ¿Qué va a ser de mí si hace él alguna tontería muy gorda, se tira por un tajo o se mete fraile? Entonces sí que tendré yo que meterme monja. Pero yo no quiero meterme monja. Yo no quiero cortarme el pelo y regalárselo a doña Inés.
Si le era posible ver las caras desde sus escondites, entonces una expresión tenebrosa se asomaba a sus ojos malécos. No se acordaba Carmen de haber hablado con aquel muchacho una buena palabra en los años que llevaba en la casona. La voz aceda del mozo sólo se alzaba iracunda contra su madre, contra su hermana o contra los criados. Se pasaba muchos días encerrado en su dormitorio.
Se dió a gritos doña Rebeca; Narcisa, ilesa, inventó un desmayo, y Julio iluminó con un destello de feroz alegría su vidriosa mirada. Andrés, creyendo que había herido a su hermana, improvisó un segundo acto melodramático, y aprovechando una iracunda mirada de su madre, fingió querer clavarse en el pecho un inofensivo cuchillo de postre.
El cocinero, con la cara encendida y todo el cuerpo tembloroso, permaneció unos segundos inmóvil. Después, antes de retirarse, dirigió una larga mirada iracunda a la doncellita, que seguía con los ojos en el suelo con expresión hipócrita donde se traslucía el triunfo del amor propio. ¡Chismosa! le vomitó al rostro más que le dijo.
En la mesa acribillaba a pelotillas a Pablo Aquiles, que era siempre el pavo de la boda, y se hacía servir por él la comida y ponérsela en la boca, impacientándose iracunda por su demora o sus torpezas.
Y lanzó al aire dos besos sonoros, en la punta de los dedos, añadiendo: Uno, para Rosa la del Molino, y otro, para la niña de Luzmela.... Fulguró el médico sobre Fernando una mirada iracunda, apagada sobre la radiante sonrisa que iluminó toda la figura donjuanesca y marcial del marino.... Y los dos, amistosamente, se dijeron adiós con la mano por última vez.
Lucía se levantaba, se mostraba muy solícita para Ana, interrumpía a Juan melosamente. Salía como con despecho. Entraba como ya iracunda. Se sentaba, como si quisiera domarse. «Sol, ¿habrán puesto agua a los pájaros?». Y Sol fue, y habían puesto agua. «Sol, ¿habrán traído la leche fresca para Ana?». Y Sol fue, y habían traído la leche fresca para Ana.
Palabra del Dia
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