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Actualizado: 4 de junio de 2025


Su acento había perdido la aspereza iracunda de por la mañana, aunque estaba más ronca y tenía tonos de dolor y de miseria, implorando caridad. La fiera estaba domada.

Resuelto así el negocio de una manera satisfactoria para Ester, ésta partió con su hija para su cabaña. Cuando descendían las escaleras, se cuenta que se abrió el postigo de la ventana de uno de los cuartos, asomándose el rostro de la Sra. Hibbins, la iracunda hermana del Gobernador, la misma que algunos años después fué ejecutada por bruja.

Siempre grave y con gesto sombrío, corría el distrito como un sátiro loco, sin más guía que el deseo; sus encuentros brutales, sus abusos de autoridad, llegaban como un eco doloroso a la casa señorial, donde su amigo don Andrés intentaba en vano consolar a la esposa. ¡Pero ese hombre! rugía iracunda doña Bernarda. Ese hombre nos va a perder; no mira que compromete el porvenir de su hijo.

Señora repuso con iracunda voz el estafermo , los hombres como yo se endulzan con acíbar la lengua, y el corazón con desengaños. Doña Flora quiso reír, pero no pudo. Con desengaños, señora añadió D. Pedro , y con agravios recibidos de quien menos debían esperarse. Cada uno es dueño de dirigir sus impulsos amorosos al punto que más le conviene.

Aquí se oyó la gruesa voz del fraile, con entonación casi iracunda: No es por encontrarnos bien por lo que nos quedaremos un tiempo en vuestra casa, joven duque, sino para cumplir un designio de Dios.

Al día siguiente, cuando se presentó en casa de Arizmendi, pensó Cracasch: Nada, van a felicitarme por la broma de ayer. Entró y le pareció que todo el mundo estaba serio. De pronto, se le acercó Arizmendi y con voz más que severa, iracunda, en un terrible ab irato, le dijo: No vuelva usted a poner los pies en mi casa. ¡Imbécil! Si no fuera usted un idiota, le echaría a puntapiés.

Me parece que aún estoy viendo a aquella respetable cuanto iracunda señora con su gran papalina, su saya de organdí, sus rizos blancos y su lunar peludo a un lado de la barba. Cito estos cuatro detalles heterogéneos, porque sin ellos no puede representársela mi memoria.

Doña Blanca siguió silenciosa, lanzó una mirada al Comendador, entre iracunda y despreciativa, y se dejó caer de nuevo en el sillón, como aplanada. Entonces se sentó el Comendador en una silla, y prosiguió hablando. Mi resolución dijo, es irrevocable.

En esta situación, sin verdadero entusiasmo, porque reacción tan disparatada no puede inspirarle, no es extraño que los jesuítas modernos tengan todas las flaquezas y pequeñeces é incurran en cuantos vicios y pecados el autor anónimo les imputa en su iracunda y despiadada sátira.

Rafael se irritó ante la terquedad de aquella mujer. ¡Si no fuese por su miedo a que le indispusiera con el amo, haciéndole perder el puesto en el cortijo, que era la esperanza de él y su novia!... Ella seguía insultándolo, pero menos iracunda, como si la embriaguez la privase de movimiento y su deseo no pudiera exteriorizarse más que con palabras.

Palabra del Dia

rigoleto

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