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Actualizado: 12 de junio de 2025


Pero un beso ahogó las palabras en sus labios. ¡Mi hija, mi hija, mi hija querida! dijo la viuda con voz trémula ; calla, calla, no llores. No irás al convento. Ya no más penas, no más dolores, alégrate. Mañana serás feliz. No irás al convento. Ríete, ponte contenta. Mañana verás a tus enemigos arrastrarse a tus pies e implorar tu piedad.

Me levanté y corrí hacia ella rogándole que nos enseñara el camino que teníamos que seguir; pero la impaciencia de la miseria se sobrepuso a la del miedo, pues en lugar de responderme y casi sin dejarme hablar, me interrumpió para implorar con voz lastimera: » ¡Caballero, señorita, tengan ustedes compasión de y de mi hijo! ¡Una limosna por el amor de Dios, y que El les premie a ustedes su caridad como se merecen!

¿Todavía enfadado? me preguntó, y su voz, su mirada, su hermosa mirada, pues no se puede negar que tiene unos ojos admirables, todo, en su joven fisonomía y en su actitud, parecía implorar. Yo no pude fingir un descontento que tenía ya olvidado, y respondí: Nada de eso... ¿Cómo guardar rencor a una niña como usted?

Luego, a impulsos de su deseo, se atrevía a implorar la protección de don Jaime. ¡Si quisiera darle ayuda!... Bastaría que pidiese una vez el famoso cuchillo, para que su padre se lo entregara al instante. Febrer acogió esta demanda con risa bondadosa. Tendrás el cuchillo, muchacho. Y si tu padre no quiere entregarlo, yo te compraré otro cuando vaya a la ciudad.

Después de pasar muchas horas sollozando y pidiendo fuerzas a Dios para soportar su desdicha, resolviose a implorar la caridad; pero todavía quiso el infeliz disfrazar la humillación, y decidió cantar por las calles de noche solamente. Poseía una voz regular, y conocía a la perfección el arte del canto; mas tropezó con la dificultad de no tener medio de acompañarse.

Además, vaya usted á saber los vizcaínos que se habrán ahogado después de implorar á la Virgen. Esos no han podido venir aquí á contarlo. El secretario hizo un movimiento de extrañeza, mirando escandalizado al médico. Don Luis dijo con acento dulzón. No empiece usted á soltar de las suyas. Mire que no estamos en las minas, sino en la puerta de la casa de la Virgen, y que ésta le castigará.

El ostiak, después de haberle dado el último golpe y haberlo tendido, cubierto de sangre en la nieve, se arrodilla ante el cadáver para implorar su perdón y le dice: «Te he matado, pero teníamos hambre mi familia y yo, y eres tan bueno, Dios mío, que habrás de perdonar mi crimenSin embargo, no nos hace á nosotros el efecto de un dios, pero parece honrado, cándido y benévolo. ¡Qué bien practica las virtudes familiares! ¡Qué bueno es para sus cachorros, y qué alegres, saltarines y caprichosos son éstos!

¡Oh, qué actitud tenía delante de ! Las palabras salían lentas y tímidamente de sus labios; sus miradas plañideras, que parecían implorar socorro, buscaban las mías y sin embargo apenas osaban desprenderse del suelo; en su embarazo, enroscaba entre sus dedos la extremidad de su barba y golpeaba con el pie cuando no podía encontrar la palabra justa. ¡Oh, pobre niño grande, amado mío! ¿No viste que todo mi ser me precipitaba a tus brazos y ardía por permanecer en ellos eternamente? ¿No viste que mis labios temblaban de deseo de posarse en los tuyos y de quedarse suspendidos de ellos hasta mi último suspiro?

Cuando Aldea la tenía en público cerca de , hacía marcados, aunque discretos, esfuerzos porque le vieran enamorado de ella; pero cuando aparte y juntos podía hablarla sin testigos, callaba, o daba a la conversación los giros rebuscados de una tranquilidad afectada, huyendo cobardemente toda explicación. ¿Era esto el miedo natural de quien, deseando una dicha, vacila en pedirla temiendo escucharla negada o era un modo de implorar piedad?

Debía confiarse a potencias más fuertes; debía implorar el auxilio de una protección más vigorosa.

Palabra del Dia

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