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Tranquilice usted su conciencia, contestó Tragomer, no venimos á implorar por nosotros mismos. Se trata de un desgraciado por cuya suerte nos interesamos. El magistrado se puso serio. Su cara, á la que daban expresión una barba ya plateada por algunas canas y unos ojos reflexivos, tomó un aire de atención. Escucho á ustedes, dijo.

No faltaban príncipes que, en vísperas de alguna batalla, viniesen a implorar el auxilio militar del Apóstol contra sus enemigos. Fuera de la catedral, unos hombres, sentados en cuclillas, iban apilando a su alrededor monedas de todos los países. Eran los cambiantes, padres de nuestros actuales banqueros. Dentro, los peregrinos, agrupados por nacionalidades, rezaban y cantaban.

622 Me hinqué también a su lado a dar gracias a mi Santo; en su dolor y quebranto ella, a la Madre de Dios, le pide en su triste llanto que nos ampare a los dos. 623 Se alzó con pausa de leona cuando acabó de implorar, y, sin dejar de llorar, envolvió en uno trapitos los pedazos de su hijito, que yo le ayudé a juntar.

Las pupilas de la muchacha tenían una expresión adorante y temerosa. Parecía implorar misericordia con sus ojos lagrimeantes, aureolados de azul sobre la blancura monástica y delicada del rostro. «¡Por ! ¡todo por !», decía mudamente, con un gesto de remordimiento.

La señorita Gabriela, objeto frecuente de las iras del niño, a causa, sin duda, de que sólo ella le corregía y le castigaba, pasaba ratos muy amargos. El corcovadito la aborrecía de muerte, como a todos cuantos se oponían a sus caprichos y deseos, y a la menor corrección la insultaba con dichos y palabras de taberna. La joven solía implorar en su defensa la autoridad del señor Fernández.

Se interpelaban los viajeros para implorar el préstamo de un estilógrafo. Improvisábanse escritorios entre las tazas de café, así como en las mesas de la cubierta y sobre los pianos. Todos habían sentido de pronto la necesidad de escribir. Al día siguiente llegaba el Goethe a puerto, y las gentes despertaban de su ensueño azul que había durado diez días.

Solo su cura, D. José Maruri, salió á recibir al Comandante General, sin mas acompañamiento que cuatro criados, y le manifestó que todos los vecinos habian desamparado sus habitaciones así que descubrieron las tropas de la vanguardia: que unos opinaban se presentasen rendidos á implorar el indulto de sus delitos, y otros insistian en que fuesen á incorporarse con los de la provincia de Azangaro, para oponerse al paso de las tropas.

Como aún tenía dinero, pudo algún tiempo vivir sin implorar la caridad pública, con la tristeza inherente al no ver, y la no menos honda producida por el brusco paso de la vida activa a la sedentaria.

Y quedó al descubierto la gran mentira que ha servido de ejemplo moral á los hombres y aún continuará sirviendo, pues la humanidad no deshace camino, ni modifica fácilmente sus ideas elementales. Fíjese, amigo mío: la cigarra no puede implorar un préstamo para vivir en invierno, por la simple razón de que sólo vive unas semanas y muere en el verano. La cigarra no come, chupa.

Su aspecto era deplorable. ¿Cómo podían ser los mismos caballos fuertes y de pelo lustroso que él había visto en los desfiles de París á principios del mes anterior? Una campaña de veinte días los había envejecido y agotado. Su mirada opaca parecía implorar piedad. Estaban flacos, con una delgadez que hacía sobresalir las aristas de su osamenta y aumentaba el abultamiento de sus ojos.