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Actualizado: 12 de mayo de 2025
MANRIQUE. ¿Qué escucho?... ¡Cielos! GUZMÁN. ¿No es ésa la iglesia? FERRANDO. Vamos. MANRIQUE. Ya se acercan hacia aquí. FERRANDO. Espérate. GUZMÁN. ¿Vienen? FERRANDO. Sí. MANRIQUE. No; que no me encuentre... huyamos.
Pero también es cierto, ciertísimo agregué atemorizado que él está en el fondo de la casa, mirándonos a través de las paredes con sus ojos de ahorcado o de basilisco. Huyamos, entonces me propuso Nanela, echándose apresuradamente una mantilla de encajes sobre el cuervo de sus cabellos. Huyamos.
Sí; deben de haberlas separado para hacerlas más ligeras, quitándoles el puente y el cobertizo. Escondamos la chalupa y huyamos a los bosques. XVI. LA CABA
Mas Psiquis dijo señalando al Cielo: «La palidez de ese astro me conturba; pronto, huyamos de aquí, pronto, es preciso.» Y de sus alas recogió las plumas con intenso terror, y sollozando, presa de pronto de invencible angustia plegó las alas, hasta el polvo frío lentas dejando descender las plumas.
Dulce amar, dulce penar, Dulce temer, dulce ver, Dulcísimo padecer, Felicísimo esperar. ¡Favoreced hasta el fin Empresa tan justa, cielos, Sin mudanza, olvido y celos! JARIFA. Mi padre viene al jardín. ABIND. Huyamos. JARIFA. Dame la mano; Deja de estar temeroso. ABIND. Ya temo, secreto esposo, Lo que no público hermano.
D. Diego me dijo, al ver que las muchachas iban a ser sorprendidas antes de poder borrar las huellas de su rebelión: Amigo, huyamos. ¿A dónde? A la Patagonia, a las Antípodas. ¿Tú no adivinas lo que va a pasar aquí? Quedémonos, amigo, y tal vez hagamos una buena obra defendiendo a estas infelices, si el preceptor las delata. ¿Viste que pasó un hombre y arrojó dentro un billete? Era lord Gray.
Quiero cumplir su voluntad con el mismo afán que si fuese la de Dios... Sí, sí, huyamos... Ella lo manda... Se alzó de la silla vivamente, y dió algunos paseos rápidos por la sala. Después arrastró desde su cuarto un baúl-maleta, y se puso á introducir en él ropa que sacaba con precipitación del armario.
Al caer dio con la frente en el suelo y su rostro se bañó en sangre. Huyamos, Blanca gritó el desconocido, cubriéndola con el tapado que ella le había abandonado al entrar. Aquella miserable criatura abarcó la escena con una sola mirada, pero el brazo amenazante de la niñita la intimidó y dio vuelta al rostro.
Al salir de la iglesia, me dijo Nanela: Haremos un largo viaje de bodas. Tenemos que irnos lejos, muy lejos. Pues ten por seguro que ese canalla de Tucker nos persigue. Yo contesté: Por seguro lo tengo. ¿Quién se atrevería a dudarlo, quién? Y lancé hondísimo suspiro, exclamando: ¡Oh, miserable Tucker! ¡oh Tucker nunca bastante execrado, vos tenéis la culpa, nadie más que vos! Huyamos.
Al pie de una fuente clara tu cabeza reposará por las tardes sobre mi hombro, y el aire de la montaña, cargado de aromas, jugará otra vez con esos bucles de oro... ¡Calla, calla...! Es demasiada felicidad. ¡Yo me ahogo! Aún quedan para ti días de sol en la vida, Elena mía. Para mí nunca ha dejado de lucir, porque lo llevo en el corazón. Huyamos, huyamos hacia la dicha.
Palabra del Dia
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