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Meditaba, sin dejar de seguir en sus evoluciones caprichosas las bocanadas de humo, mientras que en el fondo de su ánimo se preparaba sordamente una capitulación de conciencia: Después de todo, mi padrino me ha prohibido que vaya á casa de la señorita Guichard, pero no á los alrededores de esa casa.

Hicieron sitio al siñor de la torre con respetuoso silencio, y después de lanzar algunas bocanadas de humo de sus pipas cargadas de pota, reanudaron la lenta conversación sobre los rigores probables del invierno próximo y la suerte de la futura cosecha de almendra.

Entre sus papeles había una carta para mi padre, en donde se decía: «... eres bueno; pero eres algo ganso, y no vales para andar solo por el mundo. Te dejo en mi testamento un pequeño legado, que si lo manejas, la del humo. Por lo tanto, de que yo me haya muerto, vas con tu hijo a Pilares.

Créese que el rey la hizo á costa de un caballero que habia asesinado á su muger. Descubriéronse cerca de este sitio varias lápidas con turbantes, que son las que han dado lugar á creer que fue panteon árabe. Consérvase aun un subterráneo lleno de humo, que ha tomado nombre del convento próximo y es llamado las Catacumbas de S. Diego.

Disipado el humo, tornaron a ver a don César cargando tranquilamente su arma. Al dispararla, gritó otra vez con más fuerza: ¡Viva Carlos Séptimo! ¡Mal rayo te parta, viejo zorro, me has destrozado un brazo! exclamó el sargento Alcaraz llevando la mano a la herida. ¡Segunda fila, apunten, fuego! dijo el teniente. Tampoco se consiguió nada. Don César disparó de nuevo, gritando: ¡Viva la religión!

Al lado del edificio, una chimenea parecida á un obelisco, se eleva á más de diez metros sobre el edificio y parece aún prolongarse hacia el cielo por las negras columnas de humo que de ella salen.

Seguía con la vista atentamente la marcha de un vapor que cruzaba por el horizonte sacudiendo su negra columna de humo. Al cabo de un rato quiso anudar la conversación. ¿De veras tienes miedo a la muerte? ¡Oh!, haces bien... Hoy el mundo guarda para ti su sonrisa más amable... Ni una sola nube oscurece el cielo de tu vida... ¡Dios quiera que no llegues a desearla nunca! Y , ¿tienes miedo, di?

No se ve la escena, porque lo impide el humo de la cocina que sale á borbotones por el balconcillo, conductor único que para él hay en la casa. La mujer del tío Bolina está clavando unas rabas de pulpo en la pared de su balcón, para que se oreen.

De ocho a diez estaba el café completamente lleno, y los alientos, el vapor y el humo hacían un potaje atmosférico que indigestaba los pulmones. A las nueve, cuando aparecían La Correspondencia y los demás periódicos de la noche, aumentaba el bullicio.

Unos salen, otros entran, todos corren; se agolpan; se apiñan; las marras del buque se sueltan; el humo asoma; las ruedas se mueven; el agua salta convertida en espuma; el vapor parte. Al clamoreo festivo de la despedida, sucede un silencio general. El tiuque se desliza sobre aquella corriente azulosa, como una culebra sobre el musgo de un prado verde.