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Actualizado: 3 de mayo de 2025
En aquella habitación se veían además lacayos que iban y venían, entre los cuales, como un rey entre sus vasallos, se veía un hombrecillo vestido de negro con un traje nuevo de paño fino de Segovia, observándose que en las mangas ajustadas de su ropilla faltaban los puños blancos.
Pero Gillespie no sentía en este momento ningún interés por su primitivo traductor. Lo que le preocupaba era enterarse de la verdadera personalidad del hombrecillo que tenía ante él. Como si adivinase sus deseos, apartó el joven los velos que le cubrían el rostro, y Gillespie se llevó inmediatamente á un ojo la lente regalada por Flimnap.
Parecióle a Velarde que hablaban entre sí, y medían el terreno, y le daban a él una pistola y otra al hombrecillo, y los ponían a los dos frente a frente.
Presentósele entónces un hombrecillo que era semi-mago, el qual le dixo: La grande obra se va á cumplir, y Zerdust ha vuelto á la tierra; por tanto os rogamos que nos ampareis contra el Gran Lama. ¿Con que contra el pontífice monarca, respondió Babuco, que reside en el Tibet? Contra ese mismo. ¿Pues qué? le hacéis guerra, y alistais contra él un exército?
El gigante, después de contemplar tan maravillosa semejanza, dejó sobre su mesa la gran rodaja de cristal y puso un gesto severo, como si pretendiese intimidar al hombrecillo. ¿Se ha fijado usted le dijo en la semejanza que existe entre nosotros dos? Sí, gentleman; al principio fué para mí un presentimiento más que una realidad.
Esta vez no se representaba Roberto, sino Los Hugonotes. Habían transcurrido cinco años. Llega usted muy tarde me dijo uno de mis amigos, un profesor de Derecho, abonado de la Opera, que se muestre tan alegre por la noche como erudito por la mañana. Y hace usted mal agregó, dándome un golpecito en la espalda, un hombrecillo vestido de negro, de voz acre y cabeza empolvada.
De pronto, se abrieron los paños como rasgados de alto a bajo, y dejaron ver un instante el ámbito de la estancia que ocultaban. El santuario de Fortuna era una alcoba. Hacia el fondo sonó el estallido desigual de un beso doble, y enseguida, salió tranquilamente un hombrecillo insignificante, feúcho, pequeñuelo y vulgar, que con aire de triunfo venía estirándose los puños y acariciándose la barba.
Teulaí sonreía socarronamente. No había por qué asustarse. ¿No eran parientes? Se alegraba del encuentro; la acompañaría al pueblo, y por el camino hablarían de algunos asuntos. Avant, avant decía el hombrecillo.
Echáronse entónces á formar conjeturas el Saturnino y el Sirio; pero despues de muchos raciocinios no ménos ingeniosos que inciertos, fué forzoso volver á sentar hechos. ¿Quanto tiempo vivís? dixo el Sirio. Ha, muy poco, replicó el hombrecillo de Saturno. Lo mismo sucede en nuestro pais, dixo el Sirio, siempre nos estamos quejando de la cortedad de la vida.
Don José, un momento, dijo el hombrecillo; me permito recordar á usted el encargo de doña Cristina, ya que está aquí el señor doctor. Y como Sánchez Morueta pareciera no acordarse, el secretario se inclinó hacia él, murmurando algunas palabras. El millonario dudó algunos momentos mirando á su primo. Es un favor que te pide Cristina dijo con alguna vacilación.
Palabra del Dia
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