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Actualizado: 19 de mayo de 2025
Sitiada Lérida por los franceses, Felipe IV salió a campaña con asombro de sus contemporáneos que, elogiándole mucho, lo dejan consignado en multitud de escritos, refiriendo detalles hasta de las galas que se ponía, contando que fue vestido a lo soldado, de amarillo y rojo, que tomó parte en la batalla dada para levantar el cerco de Lérida y que entró en ella triunfante con traje «de ante, bordado de plata y oro, banda roja bordada de oro y sombrero blanco de nácar». Antes de la victoria el séquito real permaneció algunas semanas en Fraga: allí se habilitó un estudio en un local tan malo, que hubo que apuntalarlo; echaronse en el suelo cargas de espadaña, y en tres días hizo Velázquez un retrato a S. M. para enviarlo a Madrid con aquel mismo vistoso traje con que entró en la ciudad rendida.
Pero como el abofeteado tenía amigos en la escuela, al ver la bandera encarnada, echáronse sobre los agresores y se armó la gorda. Eso explica, lector, ese cuadro, verdadero campo de Agramante, que has visto al asomar al gran salón; por eso gimen unos, brincan otros, vocean todos, y se cruzan por el aire libros, plumas, almadreñas y tinteros.
Echáronse sobre él, le increparon, le insultaron, acorralado contra la pizarra, muda ahora; y Rocchio, como fiera a quien abren la jaula, acudió a apoyarle... La lucha estalló entonces: los sombreros rodaban por el suelo, los bastonazos llovían; todos gritaban, enzarzados unos con otros, en torno de míster Robert, impasible.
¡No creo una palabra! exclamó Juana. Y yo estoy segura... Ensayad y veréis. Las dos echáronse a reír. No, seriamente replicó la condesa , pensad un poco en ello... Buscad entre vuestras amigas, entre vuestras conocidas... ¡Ah! me haríais un gran servicio. Pero os diré primeramente que vuestro hijo me da mucho miedo. ¡Oh! exclamó la condesa estupefacta.
Agradeciéndoselo don Quijote, comió algo, y Sancho mucho, y echáronse a dormir entrambos, dejando a su albedrío y sin orden alguna pacer del abundosa yerba de que aquel prado estaba lleno a los dos continuos compañeros y amigos Rocinante y el rucio.
Echáronse á reir sus oyentes, á tiempo que llegaba la patrona con dos grandes jarros de vino y cerveza y tras ella una sirvienta con platos y cucharas que distribuyó á los parroquianos. Dos de éstos que vestían el verde sayo de los guardabosques retiraron el caldero del fuego é hicieron plato á los restantes y todos atacaron con apetito el humeante potaje.
Echáronse, pues, a vuelo las campanas: con este motivo hubo quien dijo: principio quieren las cosas, y quien añadió: que el reinar no quiere más que empezar. Digo, pues, que se echaron a vuelo las campanas, y el labriego se aturdía; verdad es que el ruido no era para menos. ¿Qué fiesta es mañana? preguntaba el buen hombre. Festéjase la llegada de vuestra merced, señor casteçao.
Echáronse todos encima con grande furia y él comenzó a soltar a diestro y siniestro enormes desvergüenzas, mientras Currita, con altivez de reina ofendida, llamaba a Fritz el lacayo y dábale orden de ir al punto a Loyola para anunciar al superior que la señora condesa de Albornoz iría de dos y media a tres a visitar la casa y el Santuario.
Echáronse á correr, y se subieron por una escalera de mano al sobrado y la tiraron tras sí; de manera que el Carlanco no pudo subir.
Pablo es un notable bailarín dijo el comandante, todas las señoras desean bailar con él. Y luego es tan buen mozo añadí yo. El comandante y su hijo echáronse a reír; el cura y los dos amigos de mi tío me miraron sonriendo y moviendo la cabeza, con modo paternal.
Palabra del Dia
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