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Actualizado: 3 de mayo de 2025
Era el verdadero tipo del pobre diablo parisiense, que es el más pobre de todos los diablos: un hombrecillo de treinta y cinco años de edad, al cual todos le hubieran echado sesenta, a juzgar por su aspecto flaco, amarillo y desmirriado. M. Bernier examinolo atentamente y le mandó volver otra vez a la portería. La piel de este hombre dijo no sirve para nada.
Me vuelvo furioso hacia mi cochero, y le hago comprender a fuerza de gestos que se ha equivocado, que la Embajada no está allí. Ya, ya responde el hombrecillo sin inmutarse, y volvemos a Munich.
El esposo un hombrecillo insignificante levántase en cuanto la ve. EL SE
Aquí era la marquesa la cautivada, porque cautiva la tenía la noblota ingenuidad del hombrecillo. Juraría entonces que aquella era la primera vez que veía de cerca un corazón de oro. ¡Y en qué cuerpo le hallaba, y de qué retórica se servía!
Miraba a aquel hombrecillo ya caduco con sus largas melenas grises que había pasado cincuenta años describiendo los ojos de las odaliscas y el galope de los caballos, los rugidos de la mar, el vuelo de las mariposas. ¿Y esto es un gran poeta? se preguntaba con un bufido desdeñoso. En un punto pasó de la admiración al desprecio.
Hallarán el contento de morir repuso Navarro, dando diente con diente . ¡Ah! ya te entiendo: me fingiré cuerdo para que me maten más pronto. Me fingiré cuerdo, gritaré: «¡Viva Carlos V, mueran los masones!...». Está bien, hombrecillo, adiós. Vete, que quiero echarme a dormir.
Después, haciendo un esfuerzo sobre sus callos, se volvió prontamente y fue a recoger del foro al autor de la música, un hombrecillo regordete, que se presentó con los pelos tiesos como un aparecido. El público rompió a aplaudir calurosamente al verlos cogidos de la mano.
Estoy segura de que si enviásemos allá abajo un hombrecillo que yo conozco, un verdadero bribón de París, pálido como una manzana que no ha madurado, mimado por los otros criados, celoso de aquellos a quienes sirve, envidioso del lujo que le rodea, vicioso como un sumiller, al cabo de quince días se habría hecho cargo del porvenir que se le ofrecía. Tal vez. ¿Pero y si erraba el golpe?
Este que era un hombrecillo, flaco, rasurado, de aspecto tímido e inofensivo, empleado en el Tribunal de Cuentas, guardaba bajo capa de cordero un corazón de lobo. Jamás se vio un nombre más exigente para las patatas fritas y el chocolate. Doña Mónica temblaba en su presencia como la hoja de un árbol.
Y le volvió la espalda, olvidándolo, mientras el secretario sonreía servilmente al primo de su principal y le saludaba con varias reverencias. Aresti conocía de muchos años á aquel hombrecillo que había comenzado de escribiente en la casa y era ahora el empleado de confianza de Sánchez Morueta.
Palabra del Dia
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