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Actualizado: 5 de mayo de 2025


Esta procuraba persuadir al inglés de que las españolas se iban poniendo al nivel de las extranjeras, en cuanto a tierna afectación y artificio, porque ya se sabe que los que imitan servilmente, lo que copian siempre mejor son los defectos. ¡Qué ojos tiene! decía Rafael a su prima . ¡Qué bien guarnecidos de grandes y negras pestañas! Tienen el color y el atractivo del imán.

Currita titubeaba en la elección de modelo, y Jacobo, con la autoridad delegada que ejercía en aquella casa como amigo íntimo de Villamelón y primo cuarto de la condesa, hízola decidirse al punto por uno cualquiera, el más barato... Currita obedeció sin hacer ninguna observación, sin replicar una palabra: conocíase a las claras que estaba supeditada por completo a aquel hombre, que él era allí el amo, y todos en la casa, desde Villamelón hasta Joselito, desde la Albornoz misma hasta la última fregona, obedecían servilmente sus órdenes, adivinaban sus deseos y amoldaban a sus caprichos sus gustos propios.

El doctor cortó la conversación recordando su viaje á Bilbao, y salió de la cantina después de hacer varias recomendaciones para la curación de Tocino. La mujer y el hijo sonreían servilmente, pero con una expresión hostil en la mirada, gravemente ofendidos por la franqueza del doctor.

Mientras la de Páez daba a entender con su aire melancólico y aburrido que su reino no era de este mundo, y que Ronzal había hecho demasiado atreviéndose a invitarla a bailar, el diputado ponía los cinco sentidos en no equivocarse, en no pisar el vestido ni los pies a ninguna señorita y en imitar servilmente las idas y venidas y las genuflexiones de Trifón.

Todo lo que pudiesen hacer Serafina y otras del lugar era una chapucería cursi si se comparaba con las confecciones de nuestra heroína, que estaba al corriente de las últimas modas de París, que recibía los figurines y que, ajustándose a ellos, sin encadenar servilmente su fantasía a una imitación minuciosa, ideaba, trazaba, cortaba y hacía trajes para las mujeres, dignos de figurar en los salones de la corte y de ser descritos por Montecristo o por Asmodeo, y para los niños y niñas no inferiores por su gracia y por su chic a aquellos con que la prole de un milord opulento o de un banquero inglés se engalana.

Estos, por cariño espontáneo y por indicaciones de sus padres, acariciaban a todas horas con besos y arrullos gatunos a la hermosa tía y al tío generoso y popular. Encarnación, tan gruesa como su madre, con el vientre flácido por la incesante procreación y la boca un poco bigotuda al entrar en años, sonreía servilmente a su cuñada, lamentando las molestias que la daban los niños.

Los términos franceses que matizaban este coloquio se despegaban del tejido de nuestra lengua; pero aunque sea clavándolos con alfileres, los he de sujetar para que el exótico idioma de los trapos no pierda su genialidad castiza. No cómo se han de unir atrás los faldones de la casaca de guardia francesa. Seguirlos servilmente lleva a lo afectado y estrepitoso.

No concibo que un hombre honrado se pueda acostumbrar á desayunarse todos los días con dos docenas de discursos impresos, en los que se le acusa de venal, de despilfarrador, ó, cuando menos, de estúpido; y el tratar en términos parecidos, si no peores, á los hombres de mi altura, es la ocupación de las tres cuartas partes de la prensa periódica; porque esta misma que en España se lamenta de que las letras, las artes y la industria, están en pañales y necesitan consejos y academias, consagra todos sus desvelos á calumniar, á fiscalizar el poder, cuando en él no están sus hombres, ó á adularlos servilmente cuando están al frente de la cosa pública.

En ese momento Pepa alcanzaba un nuevo mate al Chucro, que le decía, en su tiránica forma acostumbrada: Con la carne que sobró de ayer haceme un churrasco al asador. Otra vez obedeció servilmente la Pepa. Puso el churrasco en el asador y se quedó contemplando a su amo y señor en una actitud que rayaba en frenética adoración...

Alabemos, pues, el buen sentido de los españoles, que obligaron á su poeta á seguir la senda recta, contra su voluntad y sus principios literarios, puesto que, de lo contrario, el teatro español, como el italiano, sólo nos ofrecería dramas deplorables, pedantescos y modelados servilmente por las leyes de la poesía clásica .

Palabra del Dia

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