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Actualizado: 8 de mayo de 2025


565 Mas tarde supe por ella, de manera positiva, que dentró una comitiva de pampas a su partido, mataron a su marido y la llevaron cautiva. 566 En tan dura servidumbre hacían dos años que estaba; un hijito que llevaba a su lado lo tenía. La china la aborrecía tratandola como esclava.

Estaba inquietísima, dando vueltas en la cama. El hijito pidió y tomó el pecho; pero no debía de encontrar muy abundante el repuesto, cuando a cada instante apartaba su boca, chillando desesperadamente. A sus gritos de necesidad y desconsuelo, uníanse los de su madre, que decía: «Hijo de mi alma... qué, ¿no hay?... Esa, esa bruja ratera tiene la culpa; ella te lo ha quitado.

D. Manuel; pero me parece que estamos mejor a oscuras... Paquito, abre toda la ventana. Que entre el aire, aire, aire...». Poco después, Bringas, cansado de oír las anécdotas universitarias que su hijito le contaba, dijo en voz alta: «Sr. de Pez... ¿No está?». «No está» observó Paquito. ¡Rosalía! ¡Mamá! gritó el joven llamando. Poco después apareció Rosalía.

¡Así lo esperaba yo! ¡Me alegro, hijito, me alegro mucho! ¡Si vieras cuánta pena me causaba ver que en la casa de Castro Pérez ganabas poco y trabajabas mucho!... ¡Vaya! A desayunarte, hijo mío.... Y después quítate ese traje de ranchero.... ¡No me gusta! ¡No quiero verte así! Ponte otro vestido, y vete a pasear.... ¿Cuándo te vas, esta tarde o mañana? Mañana tempranito....

Los padres se lo quieren dar todo a sus hijos, y si ven un caballo hermoso, con la cola que le reluce y el pelo como seda, no piensan en montarse ellos, como señorones, y salir trotando por la alameda, donde van de paseo por la tarde los coches y los jinetes, sino que piensan en sus hijos los padres, y se ponen a trabajar todavía más, para comprarle al hijito el caballo hermoso.

Media hora después estaba yo en mi casa. Me encerré en mi cuarto y escribí larguísima carta. ¡Ay! Una carta que nunca llegó a manos de Angelina. A las siete, cansado de esperar a mi tía Pepilla, me senté a la mesa. Juana se apresuró a servirme. En esos momentos llegó la anciana. ¡Ay, Rorró! ¡Qué dirás de mi! ¡Pero, hijito de mi alma, qué misa tan larga! ¿Ya te desayunaste? ¿No?

Porque no pides; aquí nadie ha de traerte el garbanzo, como no sea yo; y yo, si ahora tengo algún dinero, pronto me quedaré sin una mota, y tendré que volver a pedirlo con vergüenza. ¿Esperas que aquí te caiga el maná? Cader manjá replicó Almudena con profunda convicción. Fíate de eso... Pero dime otra cosa, hijito: ¿habrá por aquí dinero enterrado? Haber mocha, mocha.

« no tienes sueño; ¿a que no lo tienes? le decía él . ¿A que te despabilo y te pongo como un lucero?». ¿A que no? ¿Cómo? Contándote toda la verdad de lo que te dijo Amalia, haciendo una confesión general para que veas que no soy tan malo como crees. ¡Ah!, ; ven, ven, hijito exclamó ella alargando sus brazos desnudos . Confiésame todo; pero con nobleza.

Luego, Eleuterio fué de traspié en traspié; primero se fué con Benito, que sólo gana las elecciones del Jockey; después, con Lisandro, que en sacándole del Rosario... ¡se acabó! Yo siempre le decía a Eleuterio: «Hijito, estás obsesionado con el maíz, y no ves la realidad». Pero, nada, no conseguí nada: que la lealtad, que los principios, que los amigos son los amigos... Así nos ha ido.

622 Me hinqué también a su lado a dar gracias a mi Santo; en su dolor y quebranto ella, a la Madre de Dios, le pide en su triste llanto que nos ampare a los dos. 623 Se alzó con pausa de leona cuando acabó de implorar, y, sin dejar de llorar, envolvió en uno trapitos los pedazos de su hijito, que yo le ayudé a juntar.

Palabra del Dia

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