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Actualizado: 4 de julio de 2025
No deseo yo otra cosa, respondió Candido, porque me iba á casar con ella, y todavía espero ser su esposo. ¡Tú, insolente! replicó el baron: ¡tener descaro para casarte con mi hermana, que tiene setenta y dos quarteles! ¡y tienes avilantez para hablarme de tan temerario pensamiento!
Es necesario dominar los nervios y ordenar las ideas. Seguramente viene a hablarme de la pretensión de su nieto, Carlitos Nuezvana, el rey de los cipreses, respecto a Inesita, mi querida protegida, mi futura hermana. Quizá me proponga que la ayude a concertar el matrimonio. ¡Pobre señora! No sabe lo que ocurre. Confieso que la entrevista me resulta un poco imponente. No es para menos.
Entre tanto, no cesaba de hablarme, y me hacía muchas preguntas sin esperar en cada una de ellas a recibir mi respuesta, por entero, a la anterior. Me preguntó, ante todo, por su pariente don Pedro Nolasco y por su hija Mari Pepa, de la misma edad que ella, amiga íntima desde la niñez, casi su hermana, porque como hermanas se querían... Pues ¿y Lita, Lituca?
El ser ciego y no andar con palo; me dí con una esquina en las narices. Dicen que sois hombre de ingenio. Eso he oído decir; pero acontéceme, señor, que ahora que estoy hablando con vuestra majestad, no me le hallo; si alguna vez tuve ingenio me lo han robado. Dijéronme que os era urgentísimo hablarme. Y tan urgente, señor, que solamente con veros se me ha pasado la urgencia.
Mandóme el dios parlero luego alzarme, Y con medidos versos y sonantes, Desta manera comenzó á hablarme: O Adán de los poetas, ó Cervantes! Qué alforjas y qué trage es este, amigo? Que asi muestra discursos ignorantes. Yo, respondiendo á su demanda, digo: Señor, voy al Parnaso, y como pobre Con este aliño mi jornada sigo. Y él á mí dixo: ó sobrehumano, y sobre Espiritu Cilenio levantado!
En seguida, por entretenerme o por consolarme, comenzó a hablarme de la vida de ciertas flores..., el cuento de siempre: unas hojas, muy frescas ayer, que hoy se contraen y marchitan de repente; un tallo muy erguido que se encorva de pronto bajo el peso de la flor..., y una ráfaga insana que la tocó al pasar, o un insectillo impalpable que mordió la raíz.
Se me dijo que un capellán estaba a las puertas de la prisión y que quería hablarme. Debía de ser Teobaldo; no me había engañado, en efecto. »Entró con la frente erguida, la mirada llena de expresión; y comprendiendo el santo gozo que le animaba, corrí a él diciéndole: »¡Amigo mío! ¡Padre mío! He aquí el día de la libertad: la mirada de usted me lo hace concebir.
Acaso al hablarme Monte-Cristo, yo, que también me distraigo, dije algo, como acostumbro, en alabanza del talento poético de usted, que tan claro me parece, y él lo aplicó al Himno de que me hablaba, y que yo no podía alabar por serme entonces desconocido. Ahora, que ya le conozco, creo de mi deber dar á usted con toda sinceridad y franqueza la opinión que me pide.
Venía en el barco un indiano vascongado que embarcó en Buenos Aires en mi barco. En todo el viaje de América a Europa no se atrevió a hablarme. Debía de ser hombre muy tímido. Luego, en el vapor que nos llevaba a Bayona, se acercó a mí y hablamos. Había pasado veinticinco años en las pampas hasta enriquecerse. No tenía familia y no sabía qué hacer ni en dónde fijar su residencia.
¿Y con esas teorías, y con esos... hígados dijo Verónica levantándose y dando a su amiga unos golpecitos en cada mejilla con el abanico cerrado , te me andabas con melindres al comenzar a hablarme de tu casamiento, como una colegialilla ruborosa? Pues, créeme respondió Sagrario, levantándose también : así y todo, me costaba empezar.
Palabra del Dia
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