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Actualizado: 4 de octubre de 2025
¿Y es usted quien viene a hablarme de honor? Vamos, la cosa no es para tanto. Una broma inocente que en nada puede perjudicar a la muchacha... No prosiga usted, coronel, a no ser que me tenga usted por un villano desalmado. Si no quiere que su Rey se pudra en su prisión de Zenda mientras Miguel y yo nos disputamos aquí lo que vale más que la corona... ¿Me comprende usted bien? Sí, adelante.
¡Otra bandada de cangrejos! exclamó ; está de Dios que nunca hayan de dejarme los tales. Y es el bueno Ruy Pérez Sarmiento, asno injerto en lobo, y alcalde de casa y corte por la gracia de Lerma; ¿y qué me querrá éste? paréceme que se arroja á hablarme. En efecto, un alcalde de casa y corte avanzaba, vara enhiesta, hacia Quevedo.
He visto sucederse el giro de las estrellas en la boveda celeste; he dirigido mi vista hacia ellas para ver si podia descubrirte; he recorrido la tierra para ver si encontraba alguna cosa que se te pareciese: dignate de hablarme finalmente; mira a esos espiritus que nos rodean que se enternecen al oir mis quejas; yo los miro sin terror y solo lo tengo por ti; dignate de hablarme aunque no sea sino para manifestar tu enojo; dime a lo menos... Yo no se lo que deseo; pero dejame todavia oir tu voz por la ultima vez.
Si desea alguna vez fijar su vista en mí, tráigame antes a la niña. Si alguna vez quiere hablarme o acercarse, tiene que devolvérmela. Donde ella esté, estaré yo, ¿oye? ¡Allá donde ella ha ido, me encontrará a mí!
Si alcanza Mi fe lo que ha pretendido, El amor que le he tenido Se ha de trocar en venganza. Vanse. Sale el REY y el CONDE y DON ENRIQUE y acompañamiento. REY. Mientras que se apercibe Mi partida a Toledo y me responde El de Aragón, que vive Ahora en Zaragoza, sabed, Conde, Si están ya despachados Todos los pretendientes y soldados; Y mirad si hay alguno También que quiera hablarme.
MARCIO. Cálmate, Cleopatra; han confesado ya que son raptores. ¡Tornemos, pues, a nuestros penates, Cleopatra! Además, estamos ya tan habituadas a este paraje... ¿Verdad, Marcio, que son preciosas estas montañas? MARCIO. No te entiendo, Cleopatra; ¿a qué viene ahora el hablarme de las montañas? CLEOPATRA. Os enojáis; pero os aseguro, Marcio, que no somos culpables.
Pero dejemos á un lado esas cuestiones: vamos á lo que importa. Dime qué raros sentimientos te asaltan el alma, inspirándote esa humildad, esa desconfianza profunda, que te induce á tomar el velo. No acierto á decírtelo. Me falta valor. Ea... ánimo... dí lo que es. Mi madre no ha hecho más que hablarme de tu tío desde que apareció en esta ciudad... desde que yo le vi y paseé con él una tarde.
Vestido al fin con la elegancia y el lujo que le eran comunes, mandó que pusiesen la cena, y en tanto que venían dos personas a quienes dirigió verbal invitación por conducto de sus criados, paseábase muy agitado en la larga estancia. A ratos me dirigía algunas palabras, preguntas incongruentes y sin sentido; a ratos se sentaba junto a mí como intentando hablarme, pero sin decir nada.
Eso no está bien. Me lo dará después replicó el mancebo riendo . No me puede suceder nada. Me encuentro bien. Y si algo me sucede algo, no me importa. No, no me importa quedarme ciego otra vez después de haberte visto. ¡Qué bueno estaría eso!... dijo Florentina en tono de reprensión. Estaba en mi cuarto solo; mi padre había salido, después de hablarme de ti.... Tú ya sabes lo que me ha dicho....
«¿Y quién es este majadero para intervenir en mis asuntos, ni para hablarme con tal insolencia? ¡Vaya una confianza que se toma el mozo!...» Cada vez más irritado, no respondí a algunas observaciones que comenzó a hacer sobre la gente que paseaba, y al cruzar otra vez a nuestro lado las monjas, me aparté bruscamente, diciendo con el acento más seco que pude hallar: Hasta luego.
Palabra del Dia
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