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¡Se las está echando de Monte-Cristo! observó una que se preciaba de literata. ¡O de proveedor de la Real Casa! añadió su adorador, celoso ya de Simoun. En el palco de nuestros estudiantes se habían quedado Pecson, Sandoval é Isagani. Tadeo se había ido para distraer á don Custodio dándole conversacion y hablándole de sus proyectos favoritos mientras Makaraig se entrevistaba con la Pepay.

Aquel fuerte ha servido de prision de estado á muchos hombres notables en la historia, y es allí donde Florentino y Dumas han puesto en escena al singular abate Faria en la admirable novela del Conde de Monte-Cristo. Como se ve, la escena que se contempla desde la altura de Nuestra Señora de la Guardia es una de las mas soberbias que puede ofrecer una costa marítima.

Acaso al hablarme Monte-Cristo, yo, que también me distraigo, dije algo, como acostumbro, en alabanza del talento poético de usted, que tan claro me parece, y él lo aplicó al Himno de que me hablaba, y que yo no podía alabar por serme entonces desconocido. Ahora, que ya le conozco, creo de mi deber dar á usted con toda sinceridad y franqueza la opinión que me pide.

Por otra parte, estamos decididos á defendernos... No me digan ustedes ni una palabra más; les encuentro insensatos. Me están ustedes haciendo un capítulo del Monte-Cristo. Atrasan ustedes cincuenta años, mis buenos amigos. Pero quiero creer que á los primeros pasos se encontrarán con tales dificultades, que no llevarán adelante su empresa.

D. Salvador Riada. Mi querido amigo: Mucho siento tener que decir á usted que Monte-Cristo, que oye turbio y que, además, suele distraerse, hubo de engañarse, y tal vez engañó á usted, sin la menor malicia, cuando le aseguró que me había parecido muy bien el Himno á la carne. Ni bien ni mal podía parecerme una obra que yo aún no conocía.