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Actualizado: 3 de julio de 2025


Estas cosas de santos se han de tocar con mucha discreción, créanme ustedes... Y si no acuérdense de aquella riada en la que el agua iba por encima de los puentes. Sacamos el santo, y poco faltó para que el río se lo llevara agua abajo. La muchedumbre inquieta por la tardanza, gritaba contra el cura.

Tal vez esta riada era la definitiva. ¿Quién sabe si serían ellos los destinados a perecer con las últimas ruinas de la ciudad?... Las mujeres gritaban asustadas al ver las míseras callejuelas convertidas en acequias. ¡El pare San Bernat!... ¡Que traguen al pare San Bernat! Los hombres se miraban con inquietud. Nadie podía arreglar aquello como el glorioso patrón.

D. Salvador Riada. Mi querido amigo: Mucho siento tener que decir á usted que Monte-Cristo, que oye turbio y que, además, suele distraerse, hubo de engañarse, y tal vez engañó á usted, sin la menor malicia, cuando le aseguró que me había parecido muy bien el Himno á la carne. Ni bien ni mal podía parecerme una obra que yo aún no conocía.

No citaré la fecha de las muchas inundaciones del paseo, pero haré mención de la riada de 1796, en que las aguas llegaron hasta cerca de los balcones de algunas casas como indica el azulejo colocado en el edificio que hace esquina á la calle Santa Ana, y de la de 1876, en que se desbordó el Guadalquivir, causando grandes destrozos en todo el barrio de San Lorenzo y en el de la Feria.

Era una de pareceres, discusiones ardorosas y diversas profecías, que agitaban la ciudad de un extremo a otro, con el calor y la vehemencia de la sangre meridional. Se disputaba, se enfriaban amistades, por si en media hora el río había subido cuatro dedos o uno solo; y faltaba poco para venir a las manos por si esta riada era más importante que la anterior.

Palabra del Dia

godella

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