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Actualizado: 18 de mayo de 2025
Trataré de una forma de ratones, Y de vista hablaré y no de oidas. Unas cañas he visto, y cañutones Tran gruesos como piernas muy crecidas; Catorce y quince tiene pocos menos Cada caña, y de agua todos llenos. El agua es muy sabrosa, clara y fria, Mas yendo ya la caña madurando, Un gusano se engendra adentro y cria, Y al cañuto el gusano horadando Afuera mariposa parecia.
Era, como don Quijote, razonable, sensato para todo, menos para aquella maldita manía oratoria que hacía en su cerebro oficio de libros de caballería, llenándole el magín de extravagancias y ambiciones. ¿Conque se dice que hablaré? Sí, señor. Se da por seguro. Y, a propósito, voy a permitirme decir a Vd. que acerca de la materia del debate hay aquí datos importantes.
¡Sí, la tendrá! ¡Confía plenamente! grité con arrebato. Puesto que espera desde hace tanto tiempo, podrá muy bien tener paciencia uno o dos años más. Ya verás cómo se somete de buen grado. ¡Y si, aun más tarde, ese casamiento no pudiera realizarse! objetó Roberto. ¡Si yo defraudara su esperanza, si hubiera jugado con su corazón! ¡No, no hablaré; antes me arrancarán la lengua, no hablaré!
¿Qué le digo?... Porque aunque no le he hablado nunca, le hablaré, si usted me lo manda. ¿Dígole que no parezca más por aquí?... ¡Ay, qué mujer! Allá va como una exhalación. Está tocada, tan tocada como su marido... Todo por no enamorarse de un hombre digno, como por ejemplo... un servidor. ¡Ah! Segismundo, paciencia. Imita a los pescadores de caña; espera, espera, que al fin ella picará.
»Y yo, que no puedo creerle, hablaré en presencia de esos dignos magistrados... Sí, hablaré. «Efectivamente, en aquel momento el aldermán y sus asesores se presentaron a la puerta del aposento; los criados estaban a espaldas de éstos y llegaban hasta la escalera. »¡Ah! dije a Teobaldo: ¡Estoy perdida! »¡No, mientras yo viva! »Y se arrojó de rodillas al pie del lecho.
Y luego es alta... me hubiera gustado mucho más que fuera baja... me hubiese consolado. «No os hablaré de mi tío, porque sé que lo conocéis, pero me parece desde luego que lo voy a querer mucho y él lo mismo a mí. «Es una gran dicha tener linda cara, señor cura, mucho mayor de lo que vos me decíais; se agrada a todo el mundo.
Nada hay más fácil contestó Rafaela . Estamos solas y te hablaré sin rodeos. Hay un hombre, el más poderoso del lugar, que se pirra por tus pedazos. Con tu sandunga le tienes embobado, y con tu desdén le tienes frito. Todo depende de ti. Deja de ser arisca, pronuncia una sola palabra y tendrás cuanto quieras.
Y la tal Polidora se llenaba la boca con esto de «las conveniencias.» Pensé, sin embargo, como ella, que no sería prudente dejar que Elena volviese a aquel antro, donde podía tener malos encuentros para su inocencia. Hablaré de esto con Lacante, pues no me atrevería a iniciar con ella la cuestión.
Francamente, yo no considero como ingénito aquel iracundo temperamento, sino, antes bien, creado por los disgustos que la ocasionó la desabrida profesión de su esposo; y es preciso confesar que no se quejaba sin razón, pues aquel matrimonio, que durante cincuenta años habría podido dar veinte hijos al mundo y a Dios, tuvo que contentarse con uno solo: la encantadora y sin par Rosita, de quien hablaré después.
El ambiente de este cuarto está impregnado de una emoción muy respetable. No cabe promiscuidad entre la mujer de la cual te hablaré y aquella otra cuyo nombre no debe ser pronunciado siquiera mientras de la otra nos ocupamos. Ruido de pasos en la antesala interrumpió nuestra conversación. Mi criado anunció a Agustín que raras veces venía a aquella hora.
Palabra del Dia
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