Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 13 de mayo de 2025
A Guzmán le gustaba mucho ver a la marquesa tan afanada en aquel esmero de policía doméstica. ¿Te parece bastante? solía preguntarle ella. Todavía no respondíala él. Y en eso estaban. Un día, después de hacerle ella la misma pregunta, se quedó Guzmán pensando mucho la respuesta. Voy sospechando le dijo la marquesa que nunca te ha de parecer esta casa bastante purificada. ¿Por qué?
Dios que le llevaba á aquellas horas para su castigo, al infame; ¡pero Dios mío! ¡haberlo yo matado sin saberlo!... Si os quejáis de vuestra mujer dijo gravemente Cristóbal Cuero tenéis que fundar la razón de vuestra queja; si la acusáis de amores con don Juan de Guzmán, os acusáis del homicidio. ¡Y es verdad! exclamó en una nueva salida de tono Montiño.
El noble mancebo es al fin inmolado; pero convencidos los sitiadores de que el gobernador de la plaza no ha de ceder ya, se alejan de los muros de Tarifa. A la escena del sacrificio del joven Guzmán sigue otra, no inferior en belleza. El padre del muerto se esfuerza en demostrar su firmeza, é intenta ocultar á su esposa lo sucedido.
»Díjele que se pasara muy pronto por la mía, donde era más necesario que en ninguna otra, y nos separamos despidiéndonos «hasta luego». »¡Guzmán!..., la única criatura de cuantas hollaban la tierra, que me parecía más criminal que yo!, ¡el hombre que merecía, en buena ley, que llovieran sobre él solo todas las amarguras que habían entristecido mi hogar!
FERRANDO. Siempre me lo han contado de diverso modo. GUZMÁN. Y como se abultan tanto las cosas... JIMENO. Yo os lo contaré tal como ello pasó por los años de 1390. El Conde don Lope de Artal vivía regularmente en Zaragoza, como que siempre estaba al lado de su Alteza.
RUIZ. Fuera estoy. MANRIQUE, después GUZMÁN y FERRANDO MANRIQUE. ¿Qué haré? Turbado estoy... ¿Llamaré? Tal vez orando estará. Acaso en este momento llora cuitada por mí. Nadie viene... por aquí... es la iglesia del convento. FERRANDO. Tarde llegamos, Guzmán. GUZMÁN. ¿Quién es este hombre? FERRANDO. No sé. GUZMÁN. ¿Oyes el canto? FERRANDO. Sí, a fe. GUZMÁN. En la ceremonia están.
Esta carta la entregué al práctico Guzman, y habiendo conchabado dos indios ladinos, acompañaron por tierra al dicho práctico, y por las señales que les dimos vinieron en conocimiento donde estaba el barco, y de su distancia, que serian 12 leguas.
Salió bastante mejor que hubiera salido otra pecadora con menos ingenio y serenidad que ella; pero salió muy dolorida y alarmada. Refirió el caso a Guzmán, muy en voz baja y después de registrar hasta los rincones, temiendo que la oyeran, y también culpó a su amigo de este nuevo fruto de su vida de iniquidades y contubernios. No es ya hora la dijo Guzmán de liquidar esas cuentas tan envejecidas.
¿Sabéis que esta tarde se bate Alvaro Luna? dijo uno cuando ya iban hastiados de los dimes y diretes del concejal y Cobo. Eso me han dicho respondió Pepe Castro cerrando los ojos con voluptuosidad, mientras chupaba el cigarro . En el jardín de Escalona, ¿verdad? Creo que sí. ¿A sable? A sable. Vamos, un chirlo más manifestó León Guzmán desde su asiento. Con punta. ¡Oh! ya es otra cosa.
»No puedo darme ahora cuenta exacta de todo lo que ocurrió en el resto de aquel día y durante la noche que le siguió; no sé si Ángel fue y vino varias veces o si no se movió de allí, porque tengo una idea de que faltó muy pocos instantes de mi casa hasta cerca de la madrugada; recuerdo vagamente también que estuvo Guzmán al anochecer, y el efecto terrible que le hizo la noticia que yo le di por entrar; que vio a Luz y que la habló, y que Luz tuvo también para él sonrisas y dulzuras de consuelo; que se apartó de ella a duras penas cuando entró el cura nuevamente para confesarla; que salió con los ojos enrojecidos y el pecho rebosando de sollozos; que, mientras el confesor cumplía su triste cometido, Sagrario, forzando todas las consignas de la puerta, entró hasta donde yo me hallaba recogida para llorar a solas, y se abalanzó sobre mí, hecha un mar de lágrimas; que se aumentó el raudal de las mías al verme delante de aquel cómplice y testigo de mis maldades; que cuando el cura se me acercó para darme otra enhorabuena y advertirme que de acuerdo con la enferma, se la daría el Viático al día siguiente para que le recibiera con la debida solemnidad, puesto que no corría prisa, Sagrario voló hasta la cama de Luz, de donde me costó gran trabajo separarla; y que con espantarse tanto como se espantó de la infamia de Leticia cuando yo la enteré de ella, se espantó todavía más de que yo no viera en sus estragos otra cosa que el castigo de mis culpas; tampoco recuerdo en qué paré esta corta entrevista con aquella loca de buen fondo, ni cuándo se marchó, ni cuándo se fue Guzmán, ni qué me dijo, ni lo que te dijo Luz al despedirle.
Palabra del Dia
Otros Mirando