Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 2 de julio de 2025


El general se puso más rojo que una guindilla; temblaron sus labios, agitados por la cólera; iba a proferir alguna gran atrocidad, pero al fin, dominándose, dijo enderezando sus palabras hacia el fiscal: Continúe usted el interrogatorio, señor capitán. Primera vez en su vida que al general le quedó una barbaridad entre pecho y espalda.

Por cada guindilla que se comía el otro, el marido de Pepeta se zampaba tres, y así dieron fin á la ristra, verdadero rosario de demonios colorados. Este bruto debía tener coraza en el estómago. Y seguía firme, impasible, cada vez más pálido, con los ojos entumecidos y rojos, preguntando si Copa había ya matado un par de pollos para la cena y dando instrucciones sobre el modo de guisarlos.

Algo iba pescando la infeliz, y hubiera cogido algo más, si no se pareciese por allí un maldito guindilla que la conminó con llevarla a los sótanos de la prevención de la Latina, si no se largaba con viento fresco.

Temblaba yo al apearme del caballo; estaba yo rojo como una guindilla, y las miradas de cuantos en aquel instante me veían se me antojaron hostiles y burlonas, particularmente las de cierto mancebo muy gallardo que conversaba con otros empleados a la puerta del «rayador». Mirábame de pies a cabeza, con cierta insistencia insolente y tenaz, como sorprendido de mi ridículo aspecto de colegial convertido en jinete.

Después de paladear la fruta hermosa, pero un poco insípida, de las burguesas madrileñas y morder en la guindilla de las chulas, las cortesanas parisienses, tan elegantes, tan ingeniosas y cultas, le parecían un bocado exquisito. Y hay que confesar que supo aprovecharse. En poco tiempo fue popularísimo entre ellas. Le llamaban riendo el fidalgo español.

Que me traigan de la cocina una guindilla». Ya con la guindilla en la mano, y teniendo al criminal cogido por el pescuezo, hacía ademán da querer restregarle con ella los hocicos; pero le miraba ceñudo, diciendo: «Por esta vez, pase; pero como repitas esas porquerías, te quemo la boca, y se te cae la lengua, y luego, en vez de hablar como las personas, rebuznarás como los burros».

¡Un guindilla! Está bien. Tome usted dijo entregándole la navaja tranquilamente; luego, subiéndose el mantón y apretando el nudo del pañuelo, añadió: Lléveme usted a la cárcel. Y volviéndose a Romadonga en una actitud fría, desesperada, que inspiraba miedo y lástima al mismo tiempo, con terrible calma dijo: No tardaré en salir. Te juro por la salud de mi hijo que pronto tendrás noticias mías.

Su nariz relucía a la luz del sol como una guindilla. La misa era larga y pesada. Andrés no lo advirtió. Mientras el sacerdote oficiaba y la muchedumbre atendía prosternada, sus ojos apenas se apartaban de los de Rosa, que muy a menudo los volvía también hacia él, húmedos y extáticos. El sitio que ocupaban era muy agradable. Descubríase desde allí todo el hermoso valle de Marín.

Como veinte años antes de la historia que vamos narrando, llegaron a la ciudad donde sucedió, un caballero de mediana edad y su esposa, nacidos ambos en España, de donde, en fuerza de cierta indómita condición del honrado don Manuel del Valle, que le hizo mal mirado de las gentes del poder como cabecilla y vocero de las ideas liberales, decidió al fin salir el señor don Manuel; no tanto porque no le bastase al Sustento su humilde mesa de abogado de provincia, cuanto porque siempre tenía, por moverse o por estarse quedo, al guindilla, como llaman allá al policía, encima; y porque, a consecuencia de querer la libertad limpia y para buenos fines, se quedó con tan pocos amigos entre los mismos que parecían defenderla, y lo miraban como a un celador enojoso, que esto más le ayudó a determinar, de un golpe de cabeza, venir a «las Repúblicas de América», imaginando, que donde no había reina liviana, no habría gente oprimida, ni aquella trabilla de cortesanos perezosos y aduladores, que a don Manuel le parecían vergüenza rematada de su especie, y, por ser hombre él, como un pecado propio.

Se aproximó, efectivamente, a nosotros, y me dijo riendo: ¿Encontró usted, por último, en los Pirineos el argumento que buscaba? , encontré varios... y por cierto uno de ellos es picante como una guindilla. ¿Le servirá a usted de asunto para una comedia? me preguntó. No, general: para una novela repuse.

Palabra del Dia

malignas

Otros Mirando