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Actualizado: 7 de octubre de 2025
La carta comenzaba de un modo terrible: «Querido sinvergüenza.» Y en el mismo estilo seguían los primeros párrafos. Esto vale la pena murmuró sonriendo . Esto hay que leerlo despacio. Y guardando la carta, con el regodeo del que se reserva un gran placer, Jaime subió a la torre después de despedir al muchacho.
La tranquilidad se restableció gracias a la intervención de algunos marineros que limpiaban la cubierta y a la amenaza del mayordomo de introducir por las ventanas las mangueras del riego... Con la calma renació el buen acuerdo; todos pedían lo mismo: más champán. Y como era la hora en que se cierra el bar, muchos hacían provisiones, guardando las botellas debajo de las mesas.
-Yo, a lo menos -replicó el canónigo-, he tenido cierta tentación de hacer un libro de caballerías, guardando en él todos los puntos que he significado; y si he de confesar la verdad, tengo escritas más de cien hojas.
Erguidos ante sus atriles con militar rigidez, entonaban los músicos una marcha solemne, que servía de acompañamiento a los pasajeros en su entrada al comedor. Los hombres vestían de frac o de smoking, guardando en una mano la gorra de viaje.
La peregrinación prosiguió a lo largo de unas mesas en las cuales, bajo toldos de madera, estaban apiladas las frutas del tiempo: las manzanas amarillas con la transparencia lustrosa de la cera; las peras cenicientas y rugosas atadas en racimos y colgantes de los clavos; las naranjas doradas formando pirámides sobre un trozo de arpillera, y los melones mustios por una larga conservación, estrangulados por el cordel que los sostenía días antes de los costillares de la barraca, con la corteza blanducha, pero guardando en su interior la frescura de la nieve y la empalagosa dulzura de la miel.
Pues bien dijo el sargento mayor guardando el papel con una horrible sangre fría , no hablemos más de eso. Adiós. Y se dirigió á la puerta. No, no dijo Luisa arrojándose á su cuello , lo pensaré. Pues bien, piénsalo y... si te resuelves, pon por fuera de la ventana un pañuelo encarnado. Bien, sí, ¿pero te vas? Es preciso, preciso de todo punto; no puedo detenerme ni un momento.
Pomerantzev estaba satisfechísimo de su cuarto, y se pasaba largos ratos contemplando los cuadros, de los que uno representaba una muchacha guardando unos patos; otro, un ángel bendiciendo la ciudad, y el tercero, un rapaz italiano. Invitaba a todos a visitar su cuarto, y tenía una singular complacencia en que el doctor Chevirev fuese a verle lo más a menudo posible.
Doña Cristina púsose de pie con nervioso impulso. Había escuchado las explicaciones sobre la moral, para ella confusas, guardando cierta calma, á pesar de que adivinaba ataques al cielo y á Dios. Pero esto de ahora iba contra Jesús; y la indignaba, más aún que si hubiesen negado su existencia, aquello de llamarle poeta. ¡El hijo de Dios un poeta!
Y si por dicha llegaba a celebrarlos con olímpica benevolencia, el poeta peregrino se llenaba de entusiasmo, de fe y de aliento para atreverse a mayores cosas y ser en su tierra trasunto, arrendajo, o copia en menor escala, guardando siempre la proporción debida, de aquel a modo de numen tutelar de que había acertado a proveerse.
Las esmeraldas sientan bien a las linfáticas; pero usted es como la uva de Jerez, doradita por fuera y guardando en el corazón un licor que marea y embriaga. ¡Si dijera usted como una pasa! ¡Oh, no, marquesa! ¡oh, no!... Y el general rechazó con fuego la especie y empleó toda su elocuencia en desbaratarla como si tuviese delante un ejército enemigo.
Palabra del Dia
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