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Actualizado: 6 de junio de 2025
Piénsalo, pues, bien, y si hallas en tu imaginación algún asunto adecuado a tus facultades, dímelo y hablaremos. Con estas palabras Mario quedó profundamente meditabundo. Anduvo varios días inquieto, preocupado, silencioso. Al cabo, dirigiéndose a Miguel con brusco ademán y una particular sonrisa, cuya amargura no se le escapó a aquél, le dijo de pronto: He pensado en aquello, D. Miguel.
Piénsalo bien dijo luego Cristeta mirándole con severidad no exenta de cariño . Te agradezco mucho todas tus finezas; pero..., no puedo adivinar qué fin va a tener esto. Conozco que te quiero, y éste es un mal... ¡sabe Dios! Ahora estamos a tiempo... Si te has de portar mal conmigo... déjame. Por lo menos, el recuerdo que conserve de ti no tendrá nada de rencor. ¡Tonta mía! ¡Qué cavilosa eres!
Pues levantarte la falda y coger el palo de una escoba y llenarte de cardenales ese promontorio de carne que tienes... Grandísima loca, ¿qué más honra quieres que prestar tú dinero a una persona como yo?». Como es natural, nada de esto que pensaba la dama fue dicho. Al contrario, hubo de recurrir a expresiones melosas y apropiadas a lo crítico del caso. «Piénsalo bien, hija.
Eso piénsalo tú, que eres villano exclamó Ramiro muy cerca de la cólera. No tan villano, señor, que es bien sabido que los Martínez fueron siempre de muy limpia sangre castellana, y que, a no ser el incendio que destruyó todo el solar de mis padres, podría yo enseñar agora a vuesa merced tamañotes pergaminos de mi hidalguía.
¡Escúchame, Pepa, por Dios!... ¡Si me salvas, te juro por las cenizas de mi madre y por mi salvación, que te regalaré los cinco mil pesos que tengo en el banco!... ¡Piénsalo bien, Pepa!... Podrías comprarte con eso una quintita y vivir feliz... Pepa silbaba siempre...
No puedo seguir así; ¿cómo quieres que me resigne a perderte? ¡Qué remedio! Juan, piénsalo; ni yo soy mujer capaz de cometer una infamia, ni tú transigirías con ciertas cosas... ¡Eso jamás! Entonces... ¡ya lo ves! Adiós, Juan. ¡Bien sabe Dios que la culpa no es mía! No me has querido nunca. ¡Qué sabes tú lo que es querer! Sí, con toda mi alma... es decir, te quise cuando podía quererte.
Por fin, igual que otras veces, le dijo, mirándole con melancólica ternura: ¡Si fuera verdad!... ¿Y qué derecho tienes para dudarlo? No lo sé. Corazonadas... miedo. Vamos a ver; apártate un poquito y hablemos fríamente. No dudo de tu sinceridad; pero no confundamos las cosas. ¿Es que me quieres, o es que te parezco bonita? Piénsalo bien: ¿qué soy yo para ti? ¡Mi vida! ¡Mi cielo! ¡Quiá!
Se lo repartirían todo, entrarían a saco en las casas, nos comeríamos unos a otros, como los caribes. No, muchacho; piénsalo con calma. ¿Cómo pueden vivir las personas de bien sin curas y sin soldados, sobre todo sin soldados? Y el antiguo guardia civil acompañaba con un gesto de repulsión y de horror esta tenebrosa pregunta.
Cerca de la calle de Don Pedro, dijo Cristeta: Vete desde aquí. Hasta mañana. ¿Sabes el número? Entonces ella, deteniéndose bajo una farola para ser bien vista, fijó en don Juan sus hermosísimos ojos; y oprimiéndole las manos en señal de despedida, repitió: Toda la noche, te queda toda la noche; ¡piénsalo bien! ¿Verdad que serás bueno conmigo?
De todos modos, haces mal. Debes salir de tus apuros como puedas, pero de otra manera... Los amigos te ayudaremos. ¿Casarte tú con una chueta?... Se despidió de él con un vigoroso apretón de manos, como si le viese marchar hacia un peligro de muerte. Haces mal... piénsalo dijo con tono de reproche . ¡Haces mal, Jaime!
Palabra del Dia
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