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Actualizado: 7 de julio de 2025


A las justas observaciones que le hice, de que iba a calarse hasta los huesos, contestó que todo lo que tenía encima era water-proof el sombrero, el gabán, los pantalones, los guantes, las botas, todo. Le abandoné a su suerte. ¿Es eso creíble, Rafael? dijo la condesa. Es más; es probable dijo el general ; ningún inglés se va nunca a la cama sin haber hecho una extravagancia.

Dejé marcharse á mi amada y esperé á Juana, que llegó sonriente, vestida con un traje de seda gris y con un sombrero de flores azules que daba á su cabello oscuro y á su cutis pálido un brillo extraordinario. No pareció extrañar la ausencia de Lea, se quitó el sombrero, tiró los guantes sobre la mesa y se sentó á mi lado.

Y con su autoridad de amo, el padre hizo vestir con trajes de calle a su señora, a Lita y a mis Mary, pidió el carruaje descubierto para después de almorzar, se puso guantes amarillos y una galera muy grande, y salió a dar un paseo con su familia, aprovechando el hermoso día. Detrás iba Ramón en un fiacre, con el cochecito de Lita, para cuando se bajasen en el paseo.

Del vientre de todas ellas colgaba un cartel con la cifra del precio. Feliciana había escogido un traje azul con adornos negros, «última moda venida de París», según declaración formal del hortera. Con él y una mantilla modesta, la muchacha parecía otra. Hasta ocultaba con guantes aquellas manos que eran su orgullo en el barrio de las Carolinas.

Justamente hoy he tenido carta... Por cierto que debe de ser una vieja rara... Kate se permitió interrumpir a las dos primas, preguntando si la señora condesa llevaría guantes blancos o negros. ¿Qué te parece, María? Los blancos irán bien... Me parece que caerán mejor los negros. Traiga usted un par de cada color y lo veremos.

Y además, por pasar el tiempo. Pero no podrá usted dejar de confesar que infundía respeto en su banco de encina, con sus guantes blancos y su pechera, el día de la fiesta de la parroquia de San Juan. Yo prefería verle en el puente, con un hacha en la mano y su bocina en la otra respondió el ex artillero-cirujano-calafate llenando su vaso.

Con los treinta mil reales de pensión viviría desahogadamente en un pueblo barato como aquél, si no fuese porque sus hijas estaban dotadas de cierta fantasía poética que las impulsaba a preferir los sombreros de Madrid a los que hacía Rita, la sombrerera de la calle de San Joaquín, y los guantes de ocho botones a los de cuatro.

Allí, en torno de aquella gran chimenea, hay un caballero de guantes amarillos que refiere sus aventuras de la mañana y sus apuestas en el bosque de Bolonia; un periodista orador que relata en la conversación su folletín del día siguiente; un dandy que vive a expensas de una actriz y la paga con elogios; otro que se arruina por ella y se ve obligado a enumerar sus perfecciones como para justificar ante sus amigos el empleo de su dinero; todo esto, formando una extraña confusión, una amalgama de amor propio y pretensiones, suministraría material suficiente para escribir cien volúmenes, y mi único propósito es referir una historieta.

Le dices que apunte un duro por ti y otro por . Es bastante. Bien debe saber que no somos potentadas. No me gustan guantes; pero cumplir en todas las circunstancias y no hacer un mal papel. Un duro por ti y otro por ; no lo olvides. No digas si podemos o no podemos más.

Unas veces quiere enseñarme a derribar, para llevarme luego a Sevilla, donde dejaré bizcos a los ternes y gente del bronce, con la garrocha en la mano, en los llanos de Tablada. Otras veces se acuerda de sus mocedades y de cuando fue guardia de corps, y dice que va a buscar sus floretes, guantes y caretas y a enseñarme la esgrima.

Palabra del Dia

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