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Actualizado: 7 de julio de 2025
Apresurábase a satisfacer mis caprichos, llevaba mis labores, mis libros, mis guantes, mi abanico, y en los grandes días, la cola de mi manto. Gracias a sus cuidados, las más bellas flores del parque adornaban mi chimenea o pendían de mi cintura. »Mi tío, con sus veinte criados, no estaba tan bien servido como yo por mi lindo y joven paje.
Verá usted cómo yo se las quito sin dejar una... Digo... si es que usted no tiene asco a mis dedos... El P. Gil se apresuró a hacer signos negativos. Salen ahora mismo de los guantes... Además exclamó riendo, usted me tiene mucho cariño y lo come más a gusto pasando por mis manos... ¡Qué tonta soy! ¿Verdad, padre? añadió bajando la voz. Tonta, no.
¡Seis duros! ¡Qué vergüenza! exclamó Doña Paca, dando vueltas a su indignación y a la inquina y despecho acumulados en su alma durante tantos años de oprobio y escasez . La cara se me pone como fuego al decirlo. ¡Seis duros! y unos pingajos de Purita, guantes sucios, faldas rotas, y un traje de sociedad, antiquísimo, de cuando se casó la Reina... ¿Para qué me sirvieron aquellas porquerías?... En fin, sigue contando: le encontraste, ¿a qué hora, en qué sitio?
Don Ramón aparece sentado en un banco sobre el cual ha dejado unos guantes de mármol y una chistera del mismo material. Tiene unas botas de cartera cuyo precio en mármol ignoro, pero que, en cabritilla o tafilete, ha debido oscilar alrededor de las veinticinco pesetas.
Y también me calzaré las manos con eso que llaman guantes, que no pienso quitarme nunca como no sea sino para tomar el pulso.... Tendré un bastón con una porra dorada y me vestiré... eso sí, en mis carnes no se pone sino paño fino... ¡Córcholis! Te vas a reír cuando me veas.
Un examen rápido sobre el vestido de él le reprodujo la pena. ¡Que el hijo de su marido estuviese con las carnecitas al aire, los pies casi desnudos...! Le pasó la mano por la cabeza rizosa, haciendo voto en su noble conciencia de querer al hijo de otra como si fuera suyo. El rapaz fijaba su atención de salvaje en los guantes de la señora.
En la cubierta de paseo encontró Fernando a los pasajeros vestidos con trajes de calle, como si les faltase tiempo para saltar a tierra. Muchos hombres llevaban ya guantes y bastón. Las señoras iban puestas de sombrero, con abrigos recientemente adquiridos en París.
Apretábase el seno hasta hacerse daño; subía el cuello de los vestidos contra las prescripciones de la moda; no se mudaba la camisa sino a oscuras, y cuando no tenía los guantes puestos jamás daba la mano a un hombre. La historia de su casamiento fue verdaderamente curiosa, llena de incidentes cómicos que se repitieron durante mucho tiempo por la ciudad.
Había bajado a la calle, cuando advirtió el olvido de los guantes y el pañuelo. Después, cuando entró en la platea, tuvo conciencia tardía de que dos minutos antes, frente a la ancha escalera iluminada, se había cruzado distraído con un grupo de señoras y que una de ellas le había mirado sonriendo, para saludarle. "Bah, no tiene importancia", se dijo.
Tiene ademas numerosas fábricas de papel, telas de algodon impresas, cuchillería, artículos de hierro y cobre, encajes, guantes y otros objetos de bonetería. La pequeña ciudad de Chaux-de-Fonds produce por sí sola mas de 250,000 relojes; el resto es fabricado en Locle y Neuchâtel.
Palabra del Dia
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