Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 7 de julio de 2025
El dolor de mi hombro se hacía a cada momento más incómodo y mortificante. El desconocido me había herido con un cuchillo, y la sangre brotaba, porque la sentía, húmeda y pegajosa, caer sobre mi mano. Volví a gritar: ¡Policía, policía! hasta que, por fin, oí una voz que me respondió en medio de la neblina y me encaminé en su dirección.
Se burlan de él hasta en los periódicos; hasta los impíos alaban a los misioneros, para rebajar la influencia del Magistral; la moda y la calumnia le han arrinconado, y yo como el vulgo miserable, me pongo a gritar también, ¡crucifícale, crucifícale!... ¿Y el sacrificio que había prometido? ¿Aquel gran sacrificio que yo andaba buscando para pagar lo que debo a ese hombre?...».
La voz del buen consejo, aquella voz cuerda que hablaba en la mitad de su cerebro siempre que el capitán se veía en un momento difícil, había empezado á gritar escandalizada á las primeras revelaciones de esta mujer: «Ferragut, ¡huye!... Estás metido en un mal paso.
Uno juraba que la había oído gritar: ¿Por qué no te casas? ¡dí, canalla!... ¿Crees que te deshonras con eso? ¿No sabes que por ahí todo el mundo dice que eres un ladrón? ¿que tus iniciales significan ¡a ese!...? Seré una p... pero una p... ¿no vale tanto como un ladrón? Ciertos o no estos horrores, lo que constaba de un modo indudable era la resistencia de él y el afán de ella.
Traed un martillo. Alguien fué por el martillo. ¡Eh, vosotros! volvió a gritar Tristán ; os advierto que estamos armados, que somos dueños de la Santa Bárbara, y que hay tres toneles de pólvora. No os atacamos porque no queremos hacer una matanza inútil; pero tened en cuenta que podemos hacer saltar el barco. La amenaza hizo su efecto.
Currita, desfallecida y sin alientos, se agarraba ya a la verja de la iglesia de San José; pensó volver atrás, pensó seguir corriendo, pensó gritar pidiendo socorro, pensó morirse allí mismo... Oyó entonces los pitos de los serenos, sintió abrirse algunas ventanas, vio correr por la acera de enfrente un hombre encapuchado, con el chuzo en ristre y el farol en lo alto.
En el paroxismo de su miedo, tuvo, sin embargo, bastante presencia de ánimo para no gritar; quiso correr, mas le faltaron las fuerzas. Maquinalmente salí de mi escondite, dando algunos pasos hacia ella, la vi temblorosa con los ojos desencajados y las manos abiertas, acerqueme más, y le dije en voz muy baja: Soy yo; ¿no me conoces?
No se veía ya a los estudiantes. Encendió con mano trémula un cigarrillo, y apenas se lo hubo fumado, encendió otro. «¡Vaya una aventura! se dijo . Será un milagro que no me resfríe. Acaso la tuberculosis en perspectiva... Por fortuna, no me han dado alcance los estudiantes, aunque corrían de lo lindo. Uno no cesaba de gritar: «¡Alto!» ¡Era terrible!»
En más de una también, dejó cerrados en la secretaría a algunos concejales llevándose la llave. Después que los padres del municipio se hartaban de gritar y dar golpes a la puerta, venía un alguacil a abrirles; pero ya se había efectuado la votación. Gracias a estas y otras tretas, a las arbitrariedades sin cuento que cometía, vengábase el bilioso ex marino de sus enemigos, que era un primor.
Contó los centenes de oro uno por uno; tocó las dos onzas, el reloj viejo que había sido de su padre, una cadena y medallón antiquísimos... Como no faltaba nada, no había peligro mientras no fuese alzado el doble fondo... Rosalía sintió impulsos de gritar «¡que se quema la casa!», u otra barbaridad semejante; pero no se atrevió porque estaba presente Paquito.
Palabra del Dia
Otros Mirando