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Actualizado: 7 de junio de 2025
Quando volviéron algo en sí, oí que decia la cirujana al cirujano: ¿Quién te metió en disecar á un herege? ¿acaso no sabes que todos ellos tienen metido el diablo en el cuerpo? me voy corriendo á llamar á un clérigo que le exôrcize. Asustado con estas palabras recogí las pocas fuerzas que me quedaban, y me puse á gritar: Tengan lástima de mí.
La señora del lugareño manifestó deseos de besar la mano del Provisor, pero la mirada del marido la contuvo otra vez, y no hizo más que doblar las rodillas como si fuera a caerse. El Magistral hablaba en voz alta de modo que sus palabras resonaban en las bóvedas y los demás con el ejemplo se arrimaron también a gritar.
¡Allí están! gritó Leocadia y, dirigiéndose hacia la puerta, bajó la escalera rápidamente hasta el portal, donde abrazó a Tirso, mientras Pepe decía: Ya le tenemos aquí: vamos, vamos arriba. Doña Manuela les recibió con los brazos abiertos en el descansillo del principal; y como don José se hubiese quedado solo, con las puertas abiertas, se le oía gritar, alterada la voz: ¡Tirso, Tirso!
Era imposible que aquel hombre, por más sordo que fuese, no hubiera oído el tumulto que se hacía a su espalda. D. Salvador comenzó a enojarse, y dejando de gritar, consideró al altivo viajero con atención. Montaba una mulita baya, pobremente ensillada, a lo que podía ver, y que marchaba con su paso monótono, llevando la cabeza casi entre las piernas.
Vean ustedes si Pepe Vera sabe jugar con el toro clamó el joven sentado junto a Stein, con voz que a fuerza de gritar se había enronquecido. El duque fijó entonces su atención en Marisalada. Desde su llegada a la capital de Andalucía, ahora fue la primera vez que notó alguna emoción en aquella fisonomía fría y desdeñosa. Hasta aquel momento nunca la había visto animada.
Bruto! le dijo uno de los compañeros, ¿no ves que ese tren viene de Paris? Y ¿qué me importa eso, si me han encargado que grite cuando llegue el tren? Tambien podia ser de carbon ó leña, y serías capaz de tomarlo por el tren imperial.... Aguarda un poco, Juanillo, añadió otro; ya tendrás ocasion de gritar y dejar contento al alcalde.
Todo mi ser necesita respirar la felicidad de que por fin se siente saturado. ¡Quiero gritar a todos, a todos quiero hacer ver la felicidad que me inunda el alma!... ¡Estás loca! grité. ¡Sí, desde que soy tuya! No; eso no era posible. Si hubiera sido cierto, si yo hubiera debido creerlo, yo también me hubiera vuelto loco. ¡No es cierto! ¡No te creo! exclamé.
Milord le dije volvámonos al coche, pues no hay para qué convertirse ahora en ola ni nube, como usted desea, y sigamos hacia Cádiz, que para agua bastante tenemos con la que llueve, y para viento, harto nos azota por el camino. Pero él no me hacía caso, y empezó a gritar en su lengua.
Al volver a casa, iba repitiéndome incesantemente por el camino: «Hanckel, esto sí que es tener suerte! ¡A tu edad, un tesoro como ese!... ¡Grita, pues, salta como un loco! ¡Es lo menos que puedes hacer después de un acontecimiento semejante!...» Y, sin embargo, yo no sentía la más mínima gana de saltar o de gritar.
Entonces volvió a gritar desesperadamente a Graciana y, creyéndose orientado por un momento, atropelló en la dirección en que él creía que estaba el cuarto de la niña; pero, no bien había dado tres pasos, cuando recibió un terrible golpe en la frente que le hizo retroceder; había dado contra la puerta opuesta.
Palabra del Dia
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