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Actualizado: 21 de junio de 2025


Ramiro reconoció al Conde de Fuensalida por el ceñido traje de gorgorán bordado de oro, que semejaba de lejos damasquinada armadura. La plebe les miraba absorta y enmudecida, y no se escuchaba otro rumor que el de los cascos sobre las piedras. Hubiérase dicho un desfile de animadas estatuas ecuestres y funerarias. La llegada de los primeros penitenciados suscitó de nuevo el vocerío popular.

Se sacrificó el dueño una vez más, ganoso de evitar molestias á su público. La boa fué descolgada para ser vendida á una taberna de La Boca, en el puerto de Buenos Aires, frecuentada por marineros, y quedaron por único adorno los cuatro yacarés, que se balanceaban en el techo como lámparas funerarias apagadas.

Nuestros pasos resonaban profundamente en las calles solitarias; la luz triste y escasa del día que comenzaba daba cierto aspecto de antorchas funerarias a los faroles que aún se hallaban encendidos, y las casas, dejando caer de sus tejados algunas gotas de lluvia, parecían llorar mi marcha.

¡Qué frío tan intenso, Dios soberano, en cuanto me vi fuera de casa! ¡Y qué hundírseme los pies en aquel suelo húmedo y esponjoso! ¡Cuántos resbalones y caídas en el pedregal, y cómo me hubiera reído de la triste figura que iba haciendo yo entre aquella gente que andaba sobre el inseguro tapiz con igual firmeza que sobre los estragales de sus casas, si las ideas de que estaba impresionado mi cerebro no hubieran sido tan tristes y funerarias!

Contra este viento, el viejo oponía una voluntad no menos férrea y tenaz. Todo el día se pasaba con su cabeza dura y gris, cubierta por un alto sombrero enlutado, hundido hasta las cejas, leyendo en alta voz las inscripciones funerarias. Las citas de las Santas Escrituras le gustaban y se complacía en corroborarlas con una Biblia manual. Aquélla es de los salmos dijo un día al cercano enterrador.

La santidad del lugar, la grandiosidad de las ceremonias, la melodía imponente que resonaba en el recinto sagrado, los vapores del incienso mezclándose con el humo de las antorchas funerarias, un sacerdote augusto elevando al Todopoderoso las oraciones de la multitud, una muchedumbre piadosa haciendo un llamamiento a la misericordia inagotable del Creador sobre la tumba de la criatura, el mismo Dios, bajando para reunir a los fieles al pie del trono de su padre y cerca de , en aquella caja , bajo las tristes vestiduras de la muerte, una joven que no había tenido tiempo aún de recibir los besos del esposo amado y que tan pronto había trocado las rosas por los cipreses, las delicias de la primavera por los secretos del porvenir, el lecho nupcial por una fosa, ¡una virgen que no se había despojado aún del traje de novia y se veía arrojada para siempre a la tierra húmeda y profunda, a merced de todas las intemperies y de todas las inclemencias! ¡Inocente Cornelia! ¡Ayer ¡ay! llena de perfecciones y de bellezas, hoy inanimada por la muerte!

Los dos jóvenes se alejaron de este rincón, volviendo a la avenida central. Remataba ésta en un edificio abierto, especie de ábside, que ocupaba el fondo del cementerio, con muros en semicírculo y media cúpula. En las paredes habíanse abierto grandes hornacinas con ricas urnas funerarias. Los segmentos de la bóveda ostentaban varias pinturas representando la resurrección de Jesús.

Hasta la Naturaleza, a veces caprichosa, había añadido un sarcasmo a tanta burla, dejando brotar en la cornisa y enlazarse con las labores de la alta crestería, muchas de esas florecillas de un amarillo sucio que crecen en la frente de las ruinas como coronas funerarias puestas por el tiempo sobre aquello mismo que destruye.

Parece que aquellos parduscos espectros acaban de dejar sus losas funerarias, para ejecutar entre alguna escena de otras edades, cuyo único testigo viviente somos nosotros. Esto causa una especie de opresión. La poca vida que á nuestro alrededor se manifiesta en la única calle de la villa, presenta el mismo carácter de extrañeza y de arcaísmo fielmente conservado de un mundo desvanecido.

La coleccion traída por el Sr. Methfessel contiene 400 vasos grandes y pequeños, alcanzando algunos hasta 80 c. de altura. Muchos de ellos han servido de urnas funerarias, habiendo sido fabricados con ese objeto.

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