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Actualizado: 25 de mayo de 2025


Y me figuro entonces lo que daré a todos los míos cuando haya subido al trono: a Marta, un espléndido aderezo; a papá, un cofre de hierro lleno de oro; a mamá, una gran caja de piñas azucaradas. El chasquido de lanzas desaparece a lo lejos, y con él mi sueño. Roberto llegó al día siguiente. En el momento en que el carruaje que lo conducía, rodó bajo el portón, Marta estaba al lado del fogón.

Cuando llegó el momento de irnos a cenar, preguntó don Pedro Nolasco muy sorprendido: ¿Pero, cómo?... ¿No cenamos aquí? ¡No señor! respondió mi tío empujándonos hacia la puerta. Pero ¿por qué? insistió aquél erguido sobre el fogón.

En ella le enseñó al ama de llaves que estaba fregando una enorme caldera en la que iban á cocerse media fanega de castañas que estaban en un saco cerca del fogón. Todo esto es para la gente dijo don Silvestre señalando las castañas y un enorme jarro de vino que estaba sobre el vasar. ¿Para qué gente? le replicó su amigo cada vez más sorprendido.

Hablaba hasta por los codos, y siempre eran las desdichas ajenas las que le arrancaban los mayores lamentos. A Pito Salces se le hallaba indefectiblemente a los alcances del roce con Tona en sus manipuleos de cocinera diligente: hacia el rabo de la sartén, por ejemplo, y en los linderos del camino más trillado entre el fogón y la alacena del aceite y las especias.

Hojeda entró con ella en la vivienda, que era un triste y desabrigado desván, sin otros muebles que una mesilla y dos o tres taburetes; en una esquina había un miserable fogón apagado; en otra, un montón de trapos, restos, al parecer, de un antiguo colchón, donde dormía toda la familia.

El ama imaginó en seguida que su señor estaba en peligro de muerte por las asechanzas del cura de F..., con quien mantenía rivalidad desde la compra de cierta mula que ambos apetecían, y sin más reparar, con la paleta del fogón le dio un golpe en la cabeza. Similia similibus curantur. Gracias a este revulsivo poderoso apaciguose la cólera de los clérigos.

Quedó suspensa un instante y dijo sonriendo: ¡Sabes que esto es muy prosaico! ¡Quemar mis cartas de amor en un fogón! ¡Uf!... Me parece que debemos concluir con ellas de un modo más poético.... ¿Quieres que nos vayamos a quemarlas al campo?... De este modo daremos juntos un último paseo; nos despediremos dignamente. Como gustes articuló el joven en voz apenas perceptible.

Supuso la vestal del fogón que la inapetencia era desprecio, y por salir de dudas, movida de santa indignación, entró al despacho. Estaba don Juan macilento, escuálido, sentado en un sillón y más sombrío que Bruto la víspera de Filipos. Recibiola sin sonrisas, sin gana de bromas, preguntando con voz desfallecida: ¿Qué te pasa, mujer? Eso pregunto yo. ¿Qué le pasa al señor? No tengo apetito.

Era lo que podía reemplazar mejor el horno, puesto que Silas no había consentido nunca que agregaran uno ni tampoco una parrilla a sus exiguas comodidades. Quería a su viejo fogón de ladrillos como había querido a su cántaro de barro negro. ¿No fue delante de aquella hornalla que encontró a Eppie?

Todavía nos queda una de las que compré la vez pasada a los isleños. El Chucro preguntó aún: ¡Cómo! ¿Queda una sola? ¿Te habrás comido vos las demás?... Con la indiferencia de su absoluta pasividad, Pepa repuso: Yo nunca he comido galleta sino cuando me das un pedazo... ¿Y hay caña? . Poné entonces la galleta y la caña cerca del fogón, que en cuanto esté el churrasco, comeré... Voy...

Palabra del Dia

bagani

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