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Actualizado: 25 de mayo de 2025
La segunda embarcación ó chalupa, lancha mejor que bote, de popa ancha y llana, con cinco bancos para remos pareles, se metía dentro de la nao al salir de puerto . Además empachaban la cubierta, el fogón donde se guisaba con leña; barriles con agua potable, las lombardas, la madera de respeto y los pertrechos necesarios á mano.
Con gran sorpresa vio que aquel doble movimiento la hizo abrir, y se encontró frente a un fuego vivo que iluminaba todos los rincones de la choza el lecho, el telar, las tres sillas y la mesa , y le permitía ver que Silas no estaba allí. Nada podía ser más atrayente para Dunstan en aquel momento que el fuego brillante sobre el fogón de ladrillos. Entró inmediatamente y se sentó.
Maltrana, con toda su altivez intelectual, vigilaba el fogón, y a falta de ocupaciones más importantes, aprendía torpemente de Feli el secreto de los guisos. ¿Dónde estaban aquellos pucheretes sabrosos de su luna de miel, aquellos platos que daban ganas de comerse a besos las manos de la amada hacendosa?... La vida era triste, y los pucheretes unas veces salían crudos y otras carbonizados.
Abogaba por el verro como si fuese ya pariente suyo. ¡El pobre vivía tan mal!... Solo en la fragua, sin otra compañía que una parienta vieja, siempre vestida de negro por remotos lutos, lagrimeante un ojo, cerrado otro, y tirando del fuelle mientras su sobrino batía el hierro rojo. La vecindad del fogón secaba cada vez más su huesosa flacura.
El fogón de la nave era llamado «la isla de las ollas» por su gran número, pues cada grupo cuidaba de la suya. Y cuando llegaba la hora de la comida, los mismos pajes que acababan de tender para los marineros un mantel en el suelo, con platos de madera, daban a gritos la señal. Tabla, tabla, señor capitán, piloto, maestre y buena compaña. Tabla puesta, vianda presta.
Qué clase de muebles y utensilios llevaba, tales como fogón, literas, colchonetas, coys, sillas, bancos cajonados, envases para víveres, aguada, etc. Cómo eran los proyectiles; cómo estaban dispuestas las cargas y de qué modo se hallaban estivadas á bordo. De qué número de hombres constaba la dotación y para cuánto tiempo llevaban víveres y aguada.
De la grandeza. Vele aquí a dónde vienen a parar los títulos». Por un pasillo mal oliente y sucio llegaron a una cocina, donde no se guisaba. Fogón y vasares servían de depósito de botellas vacías, cajas deshechas, sillas rotas y montones de trapos. En el suelo, sobre un jergón mísero, yacía cuan largo era D. Francisco Ponte, en mangas de camisa, inmóvil, la fisonomía descompuesta.
La práctica de poner tierra por cama del combustible, que era leña, duró mucho tiempo, manteniendo en los buques de guerra una frase que han oído muchos de los que viven. Cuando algún marinero inexperto cantaba desde el tope ¡tierra! engañado por el celaje, contestábanle desde abajo ¡la del fogón!
Pero de quien conserva don Juan recuerdo gratísimo es de Mónica, cocinera que guisó para él durante muchos años. No era una fregatriz vulgar, sino una sacerdotisa del fogón.
Estaba vestido, conservando las mismas ropas, mojadas por la lluvia de la noche anterior. Una pulmonía de padre y señor mío dijo el doctor arrojando la cerilla y saliendo del camastro otra vez de rodillas. Afuera, junto al fogón, escribió una receta en una hoja de su cartera, encargando al pobre pinche, que después de la visita parecía más tranquilo, que bajase por los medicamentos al hospital.
Palabra del Dia
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