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Actualizado: 25 de mayo de 2025


Sola en casa con su padre, apenas este salía, ella le imitaba por no quedarse metida entre cuatro paredes: vaya, y que no eran tan alegres para que nadie se embelesase mirándolas. La cocina, oscura y angosta, parecía una espelunca, y encima del fogón relucían siniestramente las últimas brasas de la moribunda hoguera.

Ardían, no obstante, el fogón, el horno y las hornillas, y en ellos estaban al fuego infinito número de peroles, cacerolas y otras vasijas.

Molido por el troton y casi aterido de frio, quise esperar el sueño en un rincon de la cocina, donde al derredor de un gran fogon estaban agrupados cinco ó seis castellanos departiendo sobre las cosas del dia mas importantes para ellos.

No saldrá una palabra de mis labios mientras no lo haya realizado. Mario no quiso preguntarle más, respetando su silencio, y cambió de conversación. D. Pantaleón le manifestó que le molestaba mucho no tener fogón en el laboratorio. Todos los ingredientes que necesitaba poner al fuego los llevaba abajo. Pero esto turbaba la cocina y además era expuesto.

El fogón era un dios y él su Pontífice Máximo; los demás sacrificaban en las aras del fogón y Pedro celebraba misteriosamente y en silencio. Volvió a su gesto desdeñoso, porque así entendía el respeto a los amos. Apenas contestaba si le hablaban. No tardó en ver por sus ojos que la donna è movile, como cantaba él a menudo.

Ahora las quemaremos si te parece.... Iremos a la cocina.... El joven no replicó. Se dirigieron a esta pieza del cuarto fría y desmantelada, porque nadie la usaba, y Clementina colocó por su mano el paquete sobre el fogón. Mas de repente, cuando ya tenía entre los dedos el fósforo encendido que el joven le había dado, se detuvo.

La pobre casa de torcidos y ásperos harigues, de irregular distribución y peligrosa nipa, que por todo ajuar mostraba en las cañas de sus tabiques media docena de pintarrajeados cuadros de asuntos místicos, cuatro toscos bancos en su caída, dos ollas en el fogón, unos cuantos petates en el suelo, y un desvencijado aparador en la sala, hoy ha sufrido una notable transformación.

Aceptó gustoso, desensilló su mula, que unió a las nuestras, puso las valijas en un punto seguro, junto al cual tendió su cama, y en seguida se acercó al fogón y sentado en una piedra empezó a charlar, siguiendo atentamente los progresos del fuego.

Pronto se reunieron en aquel sitio otros cuantos mozos formando círculo en torno de los dos muchachos, que con el calorcillo del fogón y de las luces comenzaron a revivir. Miguel se quedó absorto contemplando los andrajos de que iban vestidos. Acudió también el amo, a quien Hojeda mandó avisar; todos hacían preguntas sobre preguntas a los pobres chicos, que apenas articulaban más que monosílabos.

Palabra del Dia

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