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Actualizado: 29 de julio de 2025


La señora Aubry, que se había puesto a leer al lado del fuego, volviose de pronto y vio a su hija sentada en un rincón, con aire pensativo. ¿En qué piensas? le preguntó. No debes estar muy fatigada de tus conversaciones durante la tarde; apenas si has hablado. Es cierto, mamá, estoy preocupada. Hace algún tiempo que me apercibo de eso, hija mía dijo la señora Aubry con ternura.

Después de acabada de recoger la arcabucería de la escaramuza, por ser ya tarde y estar la gente fatigada del trabajo y sed, que hubo hombres que cayeron en el escuadrón muertos de sed, mandó el Duque retirar la gente al alojamiento, que estaba hecho á los pozos, donde se halló poca agua y mala.

Púselos en agua de mar, y los descuidé por espacio de dos días, ocupado en otras tareas. Cuando me acordé de ellos, sólo hallé tres cadáveres. Aquello estaba desconocido: habíase renovado la escena. Una película espesa y gelatinosa se había formado á la superficie. Fatigada de tanto movimiento, la vista, sin embargo, no tardó en notar que en aquella escena no todo se movía.

Creía de buena fe, con un escepticismo de profesional fatigada, que todos habían venido al mundo sólo para esto y eran incapaces de experimentar otros deseos. En todos los viajes es lo mismo, mon cher. Así como nos acercamos al Ecuador, los hombres se ponen locos y hay que sacudírselos como moscas. Y yo, ¡por nada del mundo!... ¡Aunque me ofrezcan mil! ¡aunque me ofrezcan dos mil!

Bajó la escalera lentamente, de mal humor, con el alma triste y fatigada; sentía el descontento de mismo que acompaña siempre a los placeres ilícitos. ¡Qué ajeno estaría el pobre D. Pablo Bembo a que el niño que levantaba en alto con sus descomunales manos «para ver a Dios» había de ser con el tiempo quien escarneciera su nombre! Este pensamiento le causaba una desazón profunda.

La señora, fatigada, sin duda, del silencio en el que se perdían sus palabras, fue a sentarse ante un piano de cola, y las teclas, heridas con viril empuje, lanzaron el ritmo alegre de unas malagueñas. ¡Olé!... Eso está güeno; pero mu güeno dijo el torero repeliendo su torpeza.

Ella, que los había buscado en otros tiempos por ambición ó por codicia, necesitaba ahora á Watson. No lo deseaba solamente porque era capaz de hacerla salir de su crítica situación, sino por él mismo; porque era la juventud, la fuerza y la ingenuidad, todo lo que puede dar apoyo á una vida fatigada.

La envidia de los compañeros exageraba prodigiosamente esta leyenda, y Salvatti, cansado, pobre, conservando de su pasado una belleza fatigada y ademanes de gran señor, vivía de los públicos de provincia que le aplaudían bondadosamente, con la misma satisfacción de amor propio que si socorrieran a un príncipe destronado.

Contestó que, sintiéndose fatigada, iba a meterse en cama. En efecto, una gran pesadez la invadía; habría querido dormir, no pensar más; pero su sobreexcitación demasiado grande ahuyentaba el sueño bienhechor. Sus ojos, al cerrarse en las tinieblas, aprisionaban la imagen de Juan entre sus párpados.

Después de largo rato de silencio hizo un esfuerzo, y fatigada, como si le oprimieran el pecho, me dijo, alargándome un objeto que sacó del bolsillo del delantal: Toma: es una medallita; la he llevado al cuello desde niña; me la puso mi madre, y me la he quitado para dártela.... Ahora, ¡dime adiós, y perdona si mi cariño es causa de amarguras para !... Iba yo a detenerla.

Palabra del Dia

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