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Actualizado: 29 de julio de 2025
No es hastío: yo no estoy ni fatigada ni hastiada. No es desilusión: las ilusiones, si alguna vez las he tenido, jamás me han contentado con su falacia y antes he celebrado que deplorado el perderlas.
Al caer un picador, quedando exánime por el terrible choque, Gallardo había acudido con su capa, llevándose a la fiera al centro del redondel. Fueron unas verónicas arrogantes que acabaron por dejar a la bestia inmóvil y fatigada después de revolverse tras el engaño del trapo rojo.
Hízolo el Padre Cardiel con grande trabajo, y le dijo el Padre Matias, que aquella su gente venia muy fatigada con tanta carga, y que habiendo pensado mejor en el punto, le parecía ser temeridad irse á meter entre bárbaros no conocidos, y de á caballo.
Mientras acontecían, en sueño o en realidad los poco ordinarios sucesos que quedan referidos, la Princesa Venturosa, fatigada de tanto llorar, estaba durmiendo tranquilamente, y aunque eran ya las ocho de la mañana, hora en que todo el mundo solía estar levantado y aun almorzado en aquella época, la Princesita, sin dar acuerdo de su persona, seguía en la cama.
No deja de producir efecto en el ánimo esta composicion en cierto modo grandiosa, sea que realmente exista en esta arquitectura el mérito que sus apasionados le atribuyen, ó sea que en sus no interrumpidas y desnudas líneas descanse con placer la vista despues de fatigada con la recargada decoracion de los estilos gótico-florido y plateresco.
Recordando a la fatigada Partenia, comencé a considerar que otra hubiese sido su suerte, de casarse con el antiguo griego del drama; al menos habría vestido siempre decente y sin aquel traje de lana pringado por las comidas de un año entero y las grasas de cocina, no se hubiese visto obligada a servir la mesa con el cabello sin peinar, ni se hubieran colgado de sus vestidos los dos niños con los dedos sucios, arrastrándola inconscientemente a la sepultura.
Cuando vio a su doncella un poco ablandada o más bien fatigada de negar, le dijo con graciosa volubilidad: Verás, tonta; no vayas a creer que es una cosa del otro jueves... Mucho peor es un fuerte dolor de muelas y ya sabes que los he sufrido bastante a menudo... La imaginación te hace creer que es una cosa terrible, cuando, en realidad, tiene muy poco de particular... Todo depende de que ahora no se usa porque la virtud se ha desterrado del mundo; pero en los buenos tiempos de la religión era cosa común y corriente y nadie que se preciara de buen cristiano dejaba de hacer esta penitencia... Vamos, prepárate a darme ese gusto y hacer al mismo tiempo una buena obra... Aguarda un poco... Voy a buscar lo que nos hace falta...
Estaba fatigada. Las huellas del cansancio rodeaban sus ojos prestándoles ese brillo extraordinario que causa el insomnio después de las fiestas nocturnas. El señor De Nièvres y el señor D'Orsel seguían jugando. Ella estaba sola con Julia y yo delante de ella apoyado en el brazo de Oliverio.
Sí, lucharía, intentaría supremos esfuerzos, y esto, sobre todo, por María Teresa, a fin de ahorrarle un pesar, una preocupación, una lágrima. Fue todo lo que se le ocurrió para consolarse de la persistencia con que ella dirigía hacia otro, la brillante luz de sus ojos. Después de comer, la señora Aubry, muy fatigada por su tarea de enfermera, se adormeció en un sillón.
Despidiéronse con fuertes apretones de manos, que a Miquis no le parecían nunca bastante fuertes. Isidora subió sumamente fatigada. Las de Relimpio le dijeron que había venido a visitarla un caballero de muy buen porte. Entró la joven en su cuarto, donde la esperaba una gratísima sorpresa. Sobre la cómoda había una tarjeta con el pico doblado. Capítulo V Una tarjeta
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