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Julio se incorporó y la miró con sonrisa extasiada; y como si hubiese entendido sus mudos y apasionados deseos, le tomó la cabeza en una caricia, y se puso a murmurarle palabras ligeras, humildes, que llegaron como una adoración a sus oídos. Después la besó en los ojos y en los labios. Adriana se oprimió contra él, con un deseo dulce de morir.

Maravillas y primores de la cocina casera comió Anita en cuanto el estómago pudo tolerarlas. Doña Águeda con unos ojos dulzones, inútilmente grandes, que nadie había querido para , miraba extasiada a la convaleciente que iba engordando a ojos vistas, según las de Ozores.

Flora presta sus galas á Chiprina; Reluce Febo en la celeste esfera, Y en la noche callada La casta diosa á su pastor dormido, Con trémulo fulgor, besa extasiada. Del techo antiguo á suspender su nido Ha vuelto ya la golondrina errante; Dulces trinos difunde Filomena; El mar se calma, el cielo se serena; Sólo Céfiro amante, Oreando la hierba en los alcores.

Y apartó el libro con desdén, miró al techo y se estuvo quieta un buen rato, sin dar señales de vivir en este mundo, permaneciendo tanto tiempo inmóvil y con tal profundidad extasiada, que Clara se alarmó, y tuvo al fin que decidirse á tirarle de la manga, con lo cual la devota bajó del cielo. ¡Ay, hermana! dijo vivamente. Usted no sabe rezar el rosario; déme acá.

Empezaba una misa en el altar de la Virgen, y Elena la oyó con un recogimiento inaudito, sin levantar los ojos hasta el momento en que se aproximó a comulgar. No puedes figurarte, amigo mío, el celestial candor de aquella cara extasiada y transfigurada. Veíala de perfil; el horrible sombrero y todas las grotescas fealdades habían desaparecido.

Y como si quisiera justificar sus palabras, dejó de sugestionar a la niña con su voz conqueridora y con su mirada magnética; la hizo llegarse a mirar los vestidos, y quiso hablar de ellos en conversación amistosa y festiva. Pero Carmen seguía extasiada ante una revelación luminosa que la poseía toda de extraña y honda felicidad.

Pero no queda nada de la ideal aparición de la primera tarde en la Catedral bajo el fantástico rayo de luna. Su figura no es ya la de una santa o una madona poética y extasiada. No hay delante de más que una pobre niña temerosa, desolada y casi agreste. Me evita cuanto puede, huye en cuanto me ve y retarda todo lo posible la conversación que le he pedido.

Su júbilo rayó en paroxismo al momento que, tendiendo la mano abierta, encima de cada dedo fue el señor Rosendo calzándole una torre de barquillos: quedose extasiada mirándolos, sin atreverse a abrir la boca para comérselos. Estando en esto, el alférez volvió casualmente la cabeza y divisó del otro lado de los bancos un rostro de niña pobre que devoraba con los ojos la reunión.

Volví a sacar la cabeza por la ventanilla riendo, y sumergí mi vista extasiada en el radioso espectáculo que delante de se ofrecía. Aquel panorama despertaba en mi alma una gozosa emoción. Todo parecía reír. La luz caía como una gloria del cielo sobre los campos.

Escucha bien. Y haciendo una graciosa reverencia a la abuela, Francisca declamó con gracia: Si el tiempo se va, señora, Nosotras también nos vamos... Una risa general acogió esta nueva broma de Francisca, que había encontrado medio de desnaturalizar el pensamiento del poeta. Delicioso exclamó la Roubinet extasiada.