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Actualizado: 10 de julio de 2025
¡Qué hermana! volvieron a exclamar algunas monjitas . ¡Qué gracia tiene! ¡Pues no dice que se ha casado!... ¡Lo que no se le ocurre a ella!... ¡Qué! ¿No quieren vuestras caridades creerlo? Las caridades siguieron riendo, arrojándome miradas penetrantes y maliciosas. ¡Pues ahora mismito se van ustedes a convenser! exclamó mi esposa con arranque.
Don Mariano nunca dejaba de exclamar con su habitual y bondadosa sonrisa: «¡Ya canta el pajarito!» Y todos sonreían también llenos de complacencia; porque en la casa todo el mundo quería y admiraba a la niña.
D. Luis, cuando Pepita se le rendía, tuvo pues que imitar a Booz y exclamar: Hija, bendita seas del Señor, que has excedido tu primera bondad con ésta de ahora. Así se disculpaba D. Luis de no haber imitado a San Vicente y a otros santos no menos ariscos. En cuanto al mal éxito que tuvo la proyectada imitación de San Eduardo, también trataba de cohonestarle y disculparle.
Este grito extraño, que ya habían oído antes, salió de pronto de entre las rocas, interrumpiendo la frase del Capitán. Casi al mismo tiempo se oyó exclamar a Van-Horn: ¡Eh, monazo del demonio: en cuanto hagas el menor movimiento, te aso! ¡Palabra de marinero!
Rompió en denuestos contra mi agresor: ¡Qué cobardía! ¡Qué vilesa! ¡Herirte ese tío de las patas tuertas! Callaba, y después de un rato volvía a exclamar, con rabia: ¡Atreverse ese tío de las patas tuertas!... Por lo visto, mi novia pensaba que el agravio habría sido menor si el adversario hubiera tenido las piernas derechas.
Los poetas que gozaban de una posición desahogada, muy particularmente, pasaron gran parte del día mirando caer los copos al través de los cristales de su gabinete, y meditando lindos e ingeniosos símiles de esos que hacen gritar al público en el teatro «¡bravo, bravo!» u obligan a exclamar cuando se leen en un tomo de versos: «¡qué talento tiene este joven!»
Y por obedecer a don Pedro que nos llamaba, apartámonos de la linda panadera que nos empujaba con los ojos hacia él mientras se despedía de nosotros «hasta luego»; pero de tal modo, que con ello y con algo más que yo había creído notar antes, y un poco de malicia que nunca falta en los pensamientos de los hombres en determinados casos, como aquél, no pude menos de exclamar en mis adentros: ¿Si serán estos los anteojos con que mira Neluco estos lugares que tan hermosos le parecen?
¡Vamos, Enrique! exclamó doña Martina, procurando reprimirse. ¿Y por qué no le pegan a Miguel que hizo más que yo, recontra? gritó con furor. ¡Vamos, Enrique! volvió a exclamar doña Martina. ¡Tengamos la fiesta en paz!
Todos comprendieron que se dirigía al padre Narciso, y esto aumentó la inquietud. El clérigo se puso colorado y murmuró: Gracias, gracias. Todos tenemos obligación... Usted va más allá de la obligación, padre... Muchas veces lo que usted hace es pura devoción replicó la hija de Osuna con encantadora sencillez. ¡Arrea! volvió a exclamar Consejero, con la vista fija en las cartas.
Sí, partida completa repuse; estaba furioso y me alegraba de haber despachado a dos de aquellos truhanes. Y con eso les ha caído también algún trabajo a los restantes prosiguió el coronel. ¿Cree usted que lo han reconocido? Al recibir la estocada el segundo, le oí exclamar: «¡el Rey!» ¡Bravo! No vamos a darle poco que hacer a Miguel el Negro.
Palabra del Dia
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