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Actualizado: 10 de julio de 2025
Entonces Paula pidió auxilio a Concha, la costurera, y mientras ésta la tenía sujeta a la silla, aquélla la fue despojando uno a uno de todos sus bucles. Después arregló como mejor pudo los cabellos que quedaban. ¡Qué lástima! volvió a exclamar la planchadora. Hija, no está mal así tampoco repuso Paula peinándola con esmero. En aquel momento apareció la señora en el cuadro de la puerta.
Lo que van ustedes a oír, para que admiren los juicios de Dios y le bendigan por verme aquí salvo y libre; gracias a que tengo buenas piernas. La abuela y la madre se quedaron sobresaltadas al oír aquellas palabras que anunciaban graves acontecimientos. Cuenta, hombre, di, ¿qué ha sucedido? volvieron ambas a exclamar ; mira que tenemos el alma en un hilo.
Y reteniéndola aún entre las suyas, exclamó: ¡Cuánto tiempo!... ¡Mucho, sí!... Trae una silla y siéntate. Pero Miguel, sin hacer caso, siguió en pie, y volvió a exclamar, arrasados los ojos de lágrimas: ¡Pobre papá! La mano de la brigadiera tembló un poco dentro de las suyas; pero soltándose en seguida, le señaló de nuevo una silla. Siéntate, Miguel, siéntate.
Padre e hijo se consideraban incapaces de pensar en las respectivas materias sin la ayuda de su Pitonisa. Aquí estaba el secreto de la política de Vegallana, conocido por pocos. Los más, al salir de una junta del «Salón de Antigüedades», solían exclamar: ¡Qué cabeza la de este Marqués! Nació para amaños electorales, para manejar pueblos. No, y los años no le rinden; siempre es el mismo.
Veremos mañana». El 23, D. José y D.ª Laura tomaban un berrinche porque no les había caído la lotería, fenómeno extraño que todos los años se reproducía infaliblemente. Concluían ambos por exclamar con cristiana paciencia: «Otro año será».
Todos alababan la destreza del artista, todos se reían observando la chusca fisonomía y la chavacana figura del gran Migajas, mientras éste, en lo íntimo de su insensible barro, no cesaba de exclamar con angustia: «Muñeco, muñeco, por los siglos de los siglos!» Enero de 1879. En el jardín. Mayo se enojará, lo sé; pero rindiendo culto á la verdad, es preciso decírselo en sus barbas.
Empecé a reflexionar qué pensaría de mí la gente del hotel cuando vieran la clase de visitante que recibía, porque el Saboya es uno de los más elegantes de Florencia; pero pronto se disiparon mis recelos, porque al salir, oí exclamar, en italiano, al portero del hall: ¡Hola, Babbo! ¿Algún nuevo remiendo?
Se sentó en un asiento bajo, casi a los pies de la señora d'Ornay, y miró curiosamente a su alrededor; lo que, visto por la linda Mabel, la hizo exclamar: ¡Pone usted ojos de notario ejecutor, amigo mío! ¿Qué quiere usted inventariar? El literato transportó su mirada sobre la linda persona que cubierta de terciopelo y azabache, se movía entre crujidos de seda.
Por eso, mientras expongo este bosquejo á la consideración de los hombres que pueden,{181-3} dado que se dignasen echar sobre él una mirada, puesta mi esperanza en Dios, que es la mayor esperanza de los desgraciados, me limito á exclamar, desde el fondo de mi corazón, con mi tierno amigo Bustillo: «¡Ay, SE
El boticario le estuvo mirando algunos segundos con extraordinaria dureza; después exclamó: ¡Por egoísmo! Y soltándole el brazo, dio rápidamente unos cuantos pasos dejándole atrás. ¿Cómo? ¿cómo? dijo Miguel todo asombrado. El boticario sin volverse, pero haciendo un ademán expresivo con el brazo, volvió a exclamar con más fuerza: ¡Por puro egoísmo!
Palabra del Dia
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