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Sin embargo, á una señal de Fortunato, los jóvenes se cogieron del brazo y salieron. Por lo menos ahora estaban seguros de que nadie conseguiría separarlos. En el salón, Roussel y Clementina se examinaban en silencio. Quien los hubiera visto en este momento, difícilmente hubiera pensado que estaban bien dispuestos el uno para el otro.

Examinaban a las gentes antes de admitirlas, pero este hombre los había engañado con su aspecto de salud en el momento del embarque... La muerte es triste en todos los lugares, pero aún más en el mar... ¡Lo que él había visto! Recordó un viaje que había hecho a Buenos Aires en otro buque conduciendo una gran masa de emigrantes del Norte de Europa.

Notando que la examinaban, no acababa de marcharse. Daba vueltas en redondo para que se la viese bien por todas partes, adoptaba posiciones caprichosas, afectadas, dirigía preguntas impertinentes a su hermana, reía sin motivo, la cubría de besos y la sobaba sin consideración. Déjame, Ventura. ¡Qué retozona estás hoy! exclamaba aquélla con su franca sonrisa bondadosa, procurando desasirse.

Sobre su negra superficie reflejábanse, como inquietos pescados de fuego, las luces de las casas ribereñas y los farolillos de los curiosos que examinaban las orillas. En las calles bajas, el agua, al extenderse, se colaba por debajo de las puertas.

Jaime, por una curiosidad instintiva, se aproximó al padre y al hijo, vueltos de espaldas a la muchacha y enfrascados en la contemplación del escaparate. Era una tienda de armas. Los dos ibicencos examinaban una por una todas las expuestas, con ojos ardientes y gestos de devoción, cual si adorasen ídolos milagrosos.

No fue mejor la impresión que hizo a Lacante la vista de Elena, que estaba de pie delante de , cortada y confusa, esperando una palabra de bienvenida mientras la examinaban los penetrantes ojillos de aquel buen señor gordo y calvo, cuyos labios sinuosos se torcían en una risita nerviosa. Es Elena le dije presentándosela. Lacante le ofreció la mano.

Sus nueve compañeros se examinaban de diez en diez para ser más pronto despachados, no tuvieron la misma suerte y fueron condenados á repetir el año de embrutecimiento. Al segundo, habiendo ganado una enorme suma el gallo que cuidaba, recibió buena propina de Cpn. Tiago y la invirtió inmediatamente en la compra de unos zapatos y de un sombrero de fieltro.

Las autoridades no examinaban previamente las producciones dramáticas, bastándoles vigilar con indulgencia la representación; y los alguaciles, encargados especialmente del buen orden y de la policía de los teatros, al parecer no se proponían otro objeto que el asegurar las entradas en la caja de las compañías . Cayeron por estas causas en desuso las disposiciones legales sobre los teatros, que se promulgaron en el año de 1587, aprovechándose los empresarios ó directores de la ocasión para libertarse de las restricciones que se les habían puesto, bailándose en la escena hasta las danzas prohibidas, como la Zarabanda, la Chacona, etc.

A lo mejor, en un hall de hotel, á la hora del , en un balneario elegante ó en un baile, dos señoras que acababan de reconocerse se examinaban en silencio las orejas ó el pecho, hasta que la más atrevida, enrojeciendo invisiblemente bajo sus coloretes, preguntaba con sencillez: «¿Ha conocido usted al príncipe Lubimoff?...»

Al juntarse en la sala de ventas, repleta de gentío, examinaban las joyas, fijando de antemano lo que pensaban ofrecer. Pero él, pronto á exacerbarse ante la contradicción, iba siempre más lejos, mirando á sus contendientes al soltar las cifras lo mismo que si les enviase puñetazos.