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Actualizado: 17 de octubre de 2025
Oíanse los graves mugidos de las vacas que acababan de entrar en el establo, y este rumor, unido al grato aroma campesino del heno que los mozos subían al pajar, recreaba dulcemente los sentidos y el ánimo. El médico sentó a la Nela en un banco de piedra en un banco de piedra, y ella, paralizada por el respeto, no se atrevía a hacer movimiento alguno y miraba a su bienhechor con asombro.
Y á veces mejores que nosotros repitió la condesa, por cuyos ojos pasó una nube que apagó un instante su brillo. Salieron del establo cuando venían hacía él algunas mujeres con cargas de hierba en la cabeza. ¿Vais á meter la hierba en el pajar? les preguntó. Sí, señora; la que traemos ya está seca. ¿Queréis que os ayude? Todas se echaron á reir.
El P. Gil, a quien no sucedía otro tanto, respondió muy cortésmente y preguntó por D. Restituto. El señor cura debe de estar hacia el establo. Pase usted, D. Gil. Iré a llamarlo. No hay necesidad: yo mismo iré a buscarlo. ¿El establo está aquí?... Sí, señor; aquí detrás de la casa.
Nolo halló bueno el pensamiento y abriendo el establo de D. Félix metió y amarró el caballo dentro. Para ir á Canzana no lo necesitaban ya. Sentáronse en el famoso canapé de piedra, delicia de su amo. La lluvia batía con monótono son la gran pomarada que tenían delante y repicaba sobre la parra.
Las vacas, al ver aquellos intrusos bajar apoyando los pies cerca de sus cuernos, sacudieron con susto las cadenas que las sujetaban. El establo se hallaba bastante oscuro; sólo por las grietas de la puerta y por un ventanillo que la pared tenía penetraban algunos delgados hilos de luz, en los cuales bailaba el polvo. Andrés no sabía ordeñar; Rosa sí, y desde luego se dispuso a hacerlo.
Pero una mujer que estaba en un corredor tendiendo ropa y había oído la última pregunta, respondió por él. Sí, señora, sí; el tío Goro y la tía Felicia viven en aquella casa que tiene un árbol grande delante. Vea usted; ahora sale el tío Goro con un jarro á ordeñar. D.ª Beatriz se dirigió á la casa señalada. El tío Goro ya había entrado en el establo.
El aperador lo comprendió todo... ¡Pero qué señorito tan gracioso! Para dar una sorpresa a los amigos y reír con el susto de las mujeres, había obligado a Zarandilla a que soltase un novillo del establo. La gitana, alcanzada por la bestia, habíase desmayado del susto... ¡Juerga completa! ¡La pobrecita Mari-Cruz! lloriqueó Alicappón . La gitana Mari-Cruz se moría.
Mas se ofreció una dificultad: no tenían vasija. Buscaron y rebuscaron por todos los rincones del establo, y al fin dieron, allá sobre la viga, con una muy tosca de madera. Rosa soltó una de las crías, que fue derechamente a meterse entre las patas de la madre, y comenzó a mamar con ansia, dándole frecuentes cabezadas para que la leche bajase. Los jóvenes contempláronla risueños.
Comió toda la familia, y era tal la fiebre de la novedad, el entusiasmo por la adquisición, que varias veces Batistet y los pequeños escaparon de la mesa para ir á echar una mirada al establo, como si temiesen que al caballo le hubieran salido alas y ya no estuviese allí. La tarde transcurrió sin ningún accidente.
El pescador había construido la cabaña con los despojos de su barca, que el mar había arrojado a la playa. Había apoyado el techo en la peña y cobijaba este una especie de gradería natural que formaba la roca, lo que hacía que la habitación tuviese tres pisos. El primero se componía de una pieza alta, bastante grande para servir de sala, cocina, gallinero y establo de invierno para la burra.
Palabra del Dia
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