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Actualizado: 17 de julio de 2025
El segador medio oculto en la obscuridad, añadió: Eva, seguramente, tendría alguna vez hijas, pues de no ser así, no existirían mujeres actualmente, y las hay en todas partes...tal vez demasiadas; ¿no es esto, tío Correa?... Lo que yo pregunto es cuál fué la suerte de las hijas de Eva. ¿Nuestra primera madre presentó algunas al Señor, para que también les hiciera un regalo, ó las encerró á todas en el establo en compañía de nuestros pobres abuelos?
Allá en el fondo del establo columbraron al pobre animal, que temblaba, con las orejas gachas y el ojo amortiguado; la sangre de sus heridas, en negro reguero, se había coagulado desde el anca a los cascos. Julián experimentaba en el establo sombrío y lleno de telarañas impresión análoga a la que sentiría en el teatro de un crimen.
Ya no chillaban los carros de regreso de las tierras: ya no se oían los gritos de los paisanos azuzando al ganado al meterlo en el establo: ya no sonaban las esquilas de las vacas, ni mugían alegremente los becerros al sentir cerca a sus madres. Sólo las notas prolongadas, tristes, del canto de un aldeano se dejaban oír suavemente, apagadas por la distancia.
Además, aquello le parecía a él mismo tan increíble, que no se atrevía a abrir la boca. Y cuando se acostó en el pesebre que le servía de cama, en medio del establo, acabó por convencerse que Yégof había en otro tiempo domesticado una camada de lobos y que hablaba con ellos de sus desvaríos, como a veces se habla a un perro.
No adivinaba la razón que su padre habría tenido para desprenderse de ella. La lluvia seguía redoblando sordamente sobre los pomares y la parra. Allá en el establo, detrás de ellos, se oían de vez en cuando los mugidos del ganado. Sin embargo, una débil claridad comenzaba á esparcirse por el Oriente. Era necesario pensar en marcharse.
Después de esto empezó á insultar á Adán, como si éste fuese el responsable del abandono en que vivían sus hijos. Pero transcurría el tiempo y era urgente tomar una resolución. Después empujó á los otros á puro cachete, hasta dejarlos encerrados en un establo, bajo llave, á pesar de sus protestas. Ya llegaban los visitantes. Eva apenas tuvo tiempo de dar una última mano al arreglo de su persona.
Los bueyes, en el establo, mugían y los caballos daban coces terribles. Unas treinta hogueras brillaban en la meseta; se había entrado a saco en la leñera del anabaptista, se amontonaban los leños unos sobre otros, y mientras los hombres se quemaban la cara, sus espaldas tiritaban; mas cuando se calentaban las espaldas, los bigotes se cubrían de escarcha.
Su pequeño corazón se encogió de susto, y avergonzado volvió á ocultarse entre el follaje. La luz crecía por momentos. Á los trinos aflautados de los mirlos respondía el grito estridente de los gallos. En el establo mugieron las vacas. Allá lejos, entre la espesura de las pomaradas, ladraron los perros guardianes.
Los criados encerraron el ganado en el establo que había en lo cimero del prado y le dieron pienso. D. Félix asistió con el debido respeto á este acto solemne. Luego dió orden para que se retirasen y volviesen poco antes de ponerse el sol á fin de conducir de nuevo el rebaño al monte.
La luna nos incomoda un poco, señora respondió un viejo sonriendo, pero ya estamos acostumbrados. Los compañeros rieron, y la condesa también, por complacencia. Mira, ven á mostrarme el establo: así nos libraremos un poco del calor. Como guste la señora. El establo se hallaba en la parte superior del prado.
Palabra del Dia
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