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Actualizado: 17 de julio de 2025
Pensaba en la caterva de pequeños encerrada en el establo, que iba á quedar privada, por su culpa, de tan generoso reparto. Al fin murmuró, aproximándose á Adán: Voy á enseñar los otros al Señor. Ya es tarde objetó el marido . Sería pedirle demasiadas cosas, y el Señor puede enfadarse.
Hubo una larga pausa, y el tío Correa terminó así: Vosotros y yo, y todos los que pasamos la vida encorvados sobre la tierra para sostener nuestra miserable existencia, somos los descendientes de aquellos infelices que nuestra primera madre encerró en el establo. Los segadores quedaron en un prolongado y reflexivo silencio.
Lo peor es repuso Andrés, echando una mirada ansiosa a todas partes que aquí no hay donde esconderse. ¡Está tan desnudo esto! A la mano de allá, en cuanto se baja un poco, hay un establo... Pues vamos a la carrera, a ver si logramos doblar el monte antes de que nos vean. Corrieron briosamente hasta quedar embazados.
Después, Teresa, mujer hacendosa, preguntó á su marido por el resultado del viaje, quiso ver el caballo, y hasta la triste Roseta olvidó sus pesares amorosos para enterarse de la adquisición. Todos, grandes y pequeños, fuéronse al corral para ver el caballo, que Batistet acababa de instalar en el establo.
Y cuando subía al monte Moria, que era un establo cubierto de verdura, que se elevaba en medio de la plaza, adquiría la majestad patética de un buen actor. Pero en lo que más se lucía, arrancando gritos de entusiasmo, era cuando ofrecía á Isaac al Todopoderoso antes de sacrificarle. Isaac era un chiquillo de diez años lo menos.
Abrí de golpe la ventana y grité batiendo las manos: ¡Muy bien, Petrilla! Ya veo a usted señorita. Petrilla, espantada, tomó sus zuecos en la mano y corrió a guarecerse en el establo. El gran palurdo se quitó el sombrero y me examinó con una estúpida sonrisa que le hendía la boca hasta las orejas. Reíame con todas mis ganas, cuando un coche, que yo no había oído llegar entró en el patio.
El infeliz se vio obligado a acompañarles hasta el prado, para traer al establo lo que le faltaba. Iba más muerto que vivo, pálido, silencioso; se le había concluido la vena jocosa de que tanto abusaba. A la vuelta no pudo resistir; se metió en la huerta de casa y se arrojó de bruces debajo de un árbol, mesándose los cabellos sin articular palabra.
Batiste se enfadó al saber que dejaba abandonado el caballo en medio del campo, y el muchacho, enjugándose las lágrimas, salió corriendo para traer la bestia al establo. Al poco rato nuevos gritos sacaron á Batiste de su doloroso estupor. ¡Pare!... ¡pare! Era Batistet llamándole desde la puerta de la barraca.
La Ròcha, que así apodaban á la vaca por sus rubios pelos, mugía dulcemente, estremeciéndose bajo una gualdrapa de arpillera, herida por el fresco de la mañana, volviendo sus ojos húmedos hacia la barraca, que se quedaba atrás, con su establo negro, de ambiente pesado, en cuya paja olorosa pensaba con la voluptuosidad del sueño no satisfecho. Pepeta la arreaba con su vara.
Allí la tiene usted... ¿No ve aquella moza del pañuelo blanco que limpia la ropa a un chico?... Esa es. El joven se dirigió a ella, y un poco avergonzado le contó cómo su prima Rosa había huido de casa, a consecuencia de una paliza que el padre la había dado, y que se hallaba escondida en el establo del tío Indalecio esperando que la subiesen alguna ropa, pues estaba medio desnuda.
Palabra del Dia
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