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Actualizado: 28 de junio de 2025
Maximiliano se estremeció ligeramente, pero nada más. Seguía oyendo. «¿Y qué más?» dijo. ¿Te parece poco? prosiguió la diabla, que de rabiosa que estaba, tenía espuma de saliva en los labios . Pues Ballester y doña Guillermina lo decían hace poco: «Es un santo; pero no tiene el sentimiento del honor». Conque ya sabes. Déjame en paz. No quiero verte más.
La cascada, de agua limpia y transparente, se derrama en el fondo, formando espuma, y luego sigue su curso tortuoso por un cauce que la naturaleza misma ha abierto, esmaltando sus orillas de mil yerbas y flores, y cubriéndolas ahora con multitud de violetas. Las laderas que hay a un extremo de la huerta están llenas de nogales, higueras, avellanos y otros árboles de fruta.
Muchas veces el cielo gris permite ver perfectamente a lo lejos; hay una claridad difusa, que parece no venir del cielo entoldado, sino del mar blanquecino y turbio; las olas, de un color de arcilla, llegan con meandros dislocados de espuma a dejar en la playa una curva plateada, y la resaca hace hervir la arena al contacto del mar.
Engaged in journalism as editor of the Revista Europea, and in the writing of prose fiction and critical works. Works: El Señorito Octavio , Marta y María , José , La hermana San Sulpicio, 2 vols. , La espuma, 2 vols. , La fe , Aguas fuertes, La aldea perdida, La alegría del capitán Ribot, et al. Read law.
Dió un suspiro y murmuró: «Vamos». Y siguió adelante, rozando con su cintura el pretil del paredón. Al llegar a cierto paraje, una ola más fuerte que las demás le bañó enteramente con su espuma. Aquel inopinado baño le produjo grata impresión, le refrescó la piel. Estuvo esperando en el mismo sitio un rato, por ver si llegaba otra con igual fuerza, pero no vino. Y emprendió de nuevo la marcha.
Don Federico, aquí, aquí; junto al fuego, que está convidando. Sepa usted que la enferma ha cenado como una princesa y ahora está durmiendo como una reina. Va como la espuma su cura, ¿no es verdad, don Federico? Su mejoría sobrepuja mis esperanzas. Mis caldos opinó con orgullo la tía María Y la leche de burra añadió por lo bajo fray Gabriel. No hay duda repuso Stein , y debe seguir tomándola.
Luego subía y subía lentamente con la ascensión del agua que hierve, hasta llenar la mitad del rectángulo de cristal; permanecía inmóvil un momento, temblando en ella lejanos redondeles de espuma, ojos curiosos que intentaban contemplar el interior de los salones, y poco después se iniciaba su descenso con gran lentitud, cediendo el paso a la triste claridad de una tarde sin sol.
Por algo habían florecido en las islas mediterráneas los pueblos adoradores de Afrodita, que hicieron vibrar todas las cuerdas del arpa de la voluptuosidad; por algo se habían elevado en las costas las blancas columnatas de los santuarios de amor, con sus rebaños de cortesanas sagradas; por algo los poetas sacerdotales habían hecho nacer a Venus de la espuma de las olas.
El agua, verde y blanca, saltaba furiosa entre las piedras; las olas rompían en lluvia de espuma, y avanzaban como manadas de caballos salvajes, con las crines al aire. Lejos, a media milla de la costa, como el centinela de estos arrecifes, se levantaba la roca de aspecto trágico, Frayburu.
BIZCOCHO DE ESPUMA. Se baten muy bien doce yemas de huevo con doscientos cincuenta gramos de azúcar; una vez batidos se agregan las doce claras a punto de merengue, se mezcla todo bien y se añaden ciento veinte gramos de harina y noventa de fécula de patata; si se quiere, se aromatiza con vainilla y se pone al horno poco más de un cuarto de hora.
Palabra del Dia
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