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El peñón abrupto es arena rutilante. El nido es colmena. La altura es extensión. La cima ha sido cubierta por la arboleda en marcha: no se ven más que árboles. La roca altísima ha sido invadida por el mar: no se ven más que olas. Hoy es plaza lo que ayer fue torre, lago lo que fue atalaya, cielo inconmensurable lo que fue astro esplendoroso.

No tenía de la aldea la holgura, ni la independencia, ni el horizonte, ni el aire puro, ni el sol esplendoroso, ni los aromas, ni el plácido aislamiento; pero sus miserias, sus vecindades, su escasez de recursos, su soledad, su desamparo, su pequeñez.

Frente á la chimenea, Guillermo II lucía uno de sus innumerables uniformes entre las rutilancias del marco dorado y esplendoroso. La casa parecía deshabitada. Gruesas cortinas, blandas alfombras, devoraban todos los ruidos. Había desaparecido la pesada introductora con la ligereza de un ser inmaterial, como tragada por la pared.

Y pude dominar mi indignación, por respeto a las intenciones de mi madre, que no eran, que no podían ser las que cualquiera tendría derecho a leer en la letra descarnada de sus precedentes advertencias, encomios y recomendaciones; cualquiera menos yo, que conocía hasta qué punto cegaban a aquella señora las pompas y vanidades del mundo, y con qué facilidad transigía con los riesgos más graves, si la costumbre los autorizaba y si sus planes de bambolla los pedían. «¡Dinero, dinero a todo trance, y mundo esplendoroso en que lucirle! «Este venía a ser, en substancia, el objeto, el fin, la aspiración única, y hasta la religión de mi madre, y por eso, creyendo de buena fe que en ello trabajaba por mi felicidad, al ofrecerme por marido a don Mauricio, intentaba, con tan poca prudencia, desvanecer los escrúpulos que yo tuviera para aceptarle.

Las casas de labranza y algunas quintas de recreo, blancas todas, esparcidas por sierra y valle reflejaban la luz como espejos. Aquel verde esplendoroso con tornasoles dorados y de plata, se apagaba en la sierra, como si cubriera su falda y su cumbre la sombra de una nube invisible, y un tinte rojizo aparecía entre las calvicies de la vegetación, menos vigorosa y variada que en el valle.

¿De qué sirve que asombre tu exuberante suelo, produciendo sabrosos frutos y frutos mil, si al fin cuanto cobija tu esplendoroso cielo el hispano declara que es suyo y sin recelo su derecho proclama con insolencia vil? Mas el silencio acaba y la senil paciencia, que la hora ya ha sonada de combatir por ti.

Podía pasar la noche pensando en la religión, en la virtud en general, por aquel sistema nuevo, y no preocuparse todavía con el cuidado de recibir al Señor dignamente. Era una prórroga; un respiro. Y ya no le parecía impropio dar rienda suelta a su alegría, aquella alegría causada por fuerzas morales puramente y que tal vez era la alborada del día esplendoroso de la virtud.

Cuando en mitad de un día esplendoroso de sol, bajo un cielo azul reverberante, abría todas las ventanas del gabinete y dejaba pasar el viento fresco y acre que levantaba sus cabellos y arrojaba por el suelo los papeles de la mesa, pensaba con deleite que había ascendido en un globo y se hallaba en mitad del espacio nadando por el aire a merced de todas las venturas.

Figura sin igual, genio glorioso, gigante de los mares, gloria nuestra: un diamante engarzaste esplendoroso en la diadema hispana con tu diestra; el valladar del Ponto embravecido sin temor traspasaste; y a tu sublime genio enardecido sólo prestaba campo dilatado un mundo de grandezas ignorado.

Lucían en tu espalda por entero tus cabellos, de un negro tenebroso, que tenían el brillo esplendoroso y cortantes de láminas de acero. En el salón, hundido en las tinieblas, había tonalidades misteriosas, cual de aguas tranquilas y azulosas cubiertas por las brumas y las nieblas. Tu hermosa cabellera me atraía con la fascinación negra y sombría de los ignotos bosques seculares,